¿Acaso no hay un malestar objetivo? Sí, lo hay. Pero también hay un fallo de la democracia, la incapacidad de evitar la polarización.
Resulta difícil explicar lo que está sucediendo, pero una forma de abordar el problema es identificar a los actores y distinguir sus elementos constitutivos. En primer lugar, están los violentistas. Son un lugar común que, por las razones que sea, destruye toda fórmula de expresión razonable. Su psicología les impide evitar la agresión, el control que ejerce su lóbulo frontal es muy escaso o se encuentra inhibido. Esta vez, al no enfrentar contención efectiva, desataron su furia contra estaciones de metro, buses, locales comerciales, etc.
En segundo lugar, los oportunistas, que en este caso se expresan de dos formas. Están los políticos que se subieron al carro rápidamente apoyando las manifestaciones, pero que no han rechazado la violencia ni el vandalismo (o solo la que ejerce Carabineros). Creen que ese oportunismo les permitirá estar “vigentes” y apostar al reconocimiento de sectores que ni siquiera votan por ellos (el anarquismo), olvidando que también son parte del problema.
Hay, también, otros oportunistas: los que aprovechan para asaltar supermercados, farmacias y locales comerciales, casas o feriantes, etc. Después de todo, el resto está ocupado o en las barricadas, las calles, con cacerolas, etc. Este es el momento de consumir gratis: cuando no hay quién haga frente a estos “consumidores oportunistas”.
En tercer lugar, las fuerzas de orden, Carabineros y FF.AA., que han ejercido un control parcial e ineficaz. Tal vez la principal razón es que son los primeros en ser denunciados y acusados de uso excesivo de la fuerza. Desafortunadamente, las redes, contaminadas de subjetividad, solo muestran la reacción de ellos y no las acciones de quienes inician la agresión. Pero, cualquiera sea el caso, su acción ha sido completamente ineficaz para controlar a pirómanos y consumidores oportunistas.
El Gobierno y los políticos finalmente se allanan a cooperar. Mejor es tarde que nunca. Sin embargo, es claro que los oportunistas políticos no pueden desaprovechar la ocasión de seguir sacando ventajas. El chivo expiatorio son todos los que se oponen a las expresiones de descontento. ¿Y los ciudadanos? Los hay ingenuos, que pasivamente apoyan el reclamo, pero no la violencia, y hoy no entienden hacia dónde van las cosas. Son quienes apoyan las protestas sin participar en ellas, y creen que estas son pacíficas y que quienes producen los desmanes son las fuerzas policiales. Además, no se hacen cargo de los desmanes y asaltos, asumiendo que son situaciones inconexas.
¿Acaso no hay un malestar objetivo? Sí, lo hay. Pero también hay un fallo de la democracia, la incapacidad de evitar la polarización y acudir al discurso del enfrentamiento. ¿Qué hacer? La falta de información es un patrón de toda crisis. Sin embargo, hay una pista primordial, y que la mayor parte estamos esperando: la restitución del orden.