La metamorfosis de la Concertación en Nueva Mayoría se la ha visto principalmente como un giro hacia la izquierda, que consistiría en la incorporación definitiva del Partido Comunista. Dicha incorporación, sin embargo, no es el único factor. Por lo pronto, desde un punto de vista electoral, desde hacía tiempo, a través de acuerdos informales por la vía de los hechos, la adhesión de éste en las urnas se había expresado en diversas oportunidades. Así, desde la presidencial de 1999 esto fue claro y se concretó paulatinamente en las elecciones posteriores.
Existe otro factor que es más complejo de identificar y administrar, y tiene que ver con los sectores a los que quiere dirigir un discurso, a saber: las clases medias. El giro programático así lo insinúa. De hecho, si observamos una de las principales demandas que generaron las movilizaciones en el gobierno de Piñera, las de educación, no hacían otra cosa que reflejar los problemas que enfrentan los sectores medios. En efecto, desde 1990 a la fecha más de un 30% de las familias chilenas dejaron la pobreza y comenzaron a acceder a bienes y servicios que antes no tenían, entre ellos la educación subvencionada particular (con y sin financiamiento compartido) y la educación superior (más del 60% de los estudiantes que ingresan al sistema universitario sus padres no provienen de él, según Jorge Castillo y Gonzalo Cabezas).
Pero estos sectores sociales anidan en su interior una contradicción; por una parte, desde un punto de vista económico-social son heterogéneos, pero desde un punto de vista político-cultural, son homogéneos, lo que se expresa en su impaciencia y en que son herederos de una tradición que le asigna un rol central al Estado.
En lo económico-social su heterogeneidad se manifiesta de muchas formas, pero tal vez la más clara es que en muchos casos su ascenso social no ha estado caracterizado por mayores niveles de seguridad económica. De hecho, cualquier evento crítico (desempleo o enfermedad) hace tambalear sus finanzas. Hay otros grupos que, aunque exhiben mayor seguridad económica y sienten que los eventos críticos no los amenazan con devolverlos a la pobreza, sí se ven privados de los beneficios de la sociedad de consumo. Por último, están también quienes teniendo aun mayor seguridad, consideran como eventos críticos lo que tiene que ver con el acceso a determinados bienes.
Desde un punto de vista político-cultural, se trata de sectores que han construido su identidad de manera mixta, es decir, fueron los receptores de una red social organizada desde el Estado que les permitía, en algunos casos, acceder a la vivienda, la salud y la educación, entre otros. Pero, por otra parte, el acceso a un sinnúmero de otros bienes ha sido el resultado de su propio esfuerzo. Claro está que para sostenerlo requieren eximirse de la carga que sus hijos y ellos mismos enfrentan para gozar de educación privada, acceso a la universidad, isapres, automóvil, etc. Esto da lugar a una identidad que exige más Estado en algunos casos y menos en otra.
Algunos desean la gratuidad en educación superior, pero al mismo tiempo quieren que los impuestos específicos a los combustibles disminuyan y quieren carreteras gratis, pues se les dice que sus impuestos las financian. Y muchos preferirían no hacer aportes al colegio subvencionado de sus hijos; sin embargo, quieren seguir gozando de la exclusividad del colegio en que estudian. Algo similar ocurre en salud.
En resumen, se trata de sectores que integran en su visión de la realidad la inmediatez, propia de una historia de esfuerzos personales de acceso al consumo, pero también de cierto asistencialismo heredado de sus historias de vida. Por primera vez hoy son contribuyentes y por lo tanto exigen más. Son menos ideológicos y más heterogéneos en sus demandas, y gobernar para ellos es mucho más caro de lo que era para los sectores más populares.
Fuente: Diario La Segunda.