SEÑOR DIRECTOR
El desarrollo profesional en el mundo femenino y las dificultades experimentadas en el camino han sido estudiadas en detalle. Es así como surge el concepto del techo de cristal, que describe los límites invisibles que frenarían el avance femenino en su escalada hacia los puestos más altos de las jerarquías corporativas.
Esos límites también se refieren a límites salariales, pues mientras más alto es el cargo ocupado por una mujer, mayor es la penalización salarial respecto de la remuneración masculina en cargos equivalentes. Hay quienes defienden que este techo no existe; que sería un artefacto estadístico que soto refleja lo que las mujeres elijen libremente. Ellas preferirían los perfiles bajos y los trabajos con menos responsabilidad y, por ende, menos estrés. Y es cierto, pero a medias. Más mujeres que hombres prefieren dedicarse a labores profesionales menos exigentes. Pero es posible que quienes voluntariamente deciden frenar sus carreras lo hagan como reacción a un sistema que no las acoge bien. Además, es un hecho constatado que las que sí se proyectan profesionalmente se quedan muchas veces en el camino, y no por decisión propia. Es evidente que el ascenso laborales más esquivo para las mujeres que para los hombres que tienen las mismas capacidades y expectativas.
La incorporación de mujeres a cargos directivos no es solamente un asunto de equidad y justicia. La subrepresentación de ellas en empresas y corporaciones es económicamente ineficiente. Ha sido ampliamente constatado que la diversidad paga y que el liderazgo femenino es al menos tan efectivo y productivo como el masculino. Pavimentar el camino para las profesionales mujeres es, por tanto, una decisión estratégica que toda empresa debiera considerar.
Francisca Dussaillant. Directora del Centro de Políticas Públicas Universidad del Desarrollo.