No cabe duda que, para Chile, la regionalización cada vez es más importante. Se debe combatir el centralismo de manera concreta y decidida, dado que día a día se incrementa y asfixia. Las regiones -en términos relativos- están cada vez más pobres, desde diferentes puntos de vista, como el económico y productivo, en capital social y humano, con poca influencia, negociación y poder, todo esto en detrimento del poder omnipotente de Santiago.
Chile tiene una necesidad urgente: modernizarse. Pero hay que preguntarse: ¿Necesita Chile más regiones para apuntar a una efectiva descentralización? ¿Es el camino correcto fragmentar regiones ya existentes? ¿Qué puede llevar a crear nuevas regiones? Los motivos deberían ser razones técnicas y estudiadas que apunten a un mayor crecimiento económico, humano, social, cultural y de identidad, a lo que debe sumarse una densidad demográfica y poblacional importante.
¿Se imagina un país largo y angosto que se siga fragmentando en más regiones? Es lo que ha ocurrido en Chile. Dividir regiones para crear otras es un craso error, tanto para las nuevas regiones creadas como para las fragmentadas. Uno de los grandes beneficiados es el poder central y la Región Metropolitana, pues al dividir se otorga más poder a quien ya lo posee, se conforman regiones más pequeñas, sin decisión política, ni económica, regiones que dependen del Estado, con más burocracia, sujetas a las “ocurrencias” del ejecutivo.
El reciente martes, el Senado votó a favor de Ñuble Región, un proyecto que dividiría a la que es hoy la segunda región más influyente del país, la del Biobío. Los datos para esta creación no son alentadores: Ñuble Región en todas sus letras sería una región sin peso alguno, y la región del Biobío seguiría a la baja, volviéndose irrelevante en el concierto nacional.
Hablemos de poder político: la región del Biobío pasará a tener 1,6 millones de habitantes y 3 senadores, Ñuble menos de 500 mil, tendría 2 Senadores. Maule y la Araucanía con 1 millón de habitantes cada una tendrán 5 Senadores cada una. Resultado: Biobío y Ñuble completamente insignificantes por separado.
Los que defienden Ñuble Región hablan del ICRA (Índice de coherencia regional ajustado), estudio encargado a la UDEC que midió las dimensiones naturales, demográficas, económicas, productivas, territoriales, servicios públicos y otras más. Al ver este índice resulta a lo menos irrisorio ver que Ñuble sale en el penúltimo lugar de las áreas estudiadas, concluyendo un débil posicionamiento de esta nueva región. Sumado a lo anterior, la Subdere hizo entrega de las 8 nuevas Zonas Metropolitanas, un proyecto que busca entregar un mayor traspaso de poder y autonomía a las regiones, uno de los requisitos es contar en la zona con 250mil habitantes: Chillán y Chillán Viejo no logran esa cifra y quedan fuera de estas zonas.
¿Qué dicen las tendencias? Hablan de las macro regiones, como demuestra la tendencia en los países de la OCDE, donde por ejemplo Francia pasó de 22 a 13 regiones, o Alemania, que tiene 16 estados federados y donde su región con mayor población solo llega a un 20%. Esto se contrapone al caso chileno, con un 42% en la Región Metropolitana y una supuesta Ñuble Región con un 2,7%.
Asimismo, un estudio del Centro Políticas Públicas UC habla de las macro regiones o la fusión de estas, en vez de la “provincialización de la regionalización”. Esto porque una macro región llama a una diversidad productiva y social, con grandes puertos y aeropuertos, con matrices económicas complementarias y disímiles, con buenas universidades y polos industriales consistentes. Ñuble, aunque duela decirlo, no posee esas cualidades para ser por sí sola una región. Aunque no le guste a los impulsores o futuros “caciques” la provincia no produce energía, carece de pasos fronterizos, no hay desarrollo portuario y otras cualidades claves para emprender, pero sí suma otros factores para construir una gran macro región.
Por cierto, el costo de esta nueva región es de $19 mil millones solo en su instalación, sumado a $50 mil millones al año solo en personal. Dicho de otro modo y con todas sus letras, más puestos y plazas para el cuoteo de los políticos locales, sin mencionar además que serían casi $224 mil millones anuales contando otros, sin que aparezca hasta el momento la inversión social. ¿Experiencias? La de Valdivia y la región de los Ríos, para nada alentadora, pues desde el 2010 muestra cifras pobres en crecimiento y sus tasas de desempleo se mantiene más alta en comparación al remanente con Los Lagos. Cabe mencionar además que los funcionarios públicos han aumentado 7 veces en relación a la aprobación del proyecto, como si esa fuese la solución.
No es contra Ñuble y su deseo de ser región, sino que se trata de poner la pelota al piso en la discusión y que los datos y hechos hablen. Tener más regiones es contrario a más descentralización, juegan un rol antagónico. Regiones pequeñas difícilmente puedan ejercer cuestiones más complejas, lo que atentará incluso con su propia autonomía y traspaso de poder, como ya lo vemos con la mayoría de las regiones del país.
Es urgente una efectiva modernización del Estado, pero para eso debemos sumar y no dividir. Sinergia, hacia allá debemos apuntar con el aporte y colaboración de diferentes identidades, riquezas y proyectos compartidos por regiones más grandes. Debemos revertir la atomización territorial imperante en Chile, pasando a impulsar la fusión de regiones y hacerlas más fuertes, un contrapeso real a Santiago.
Es razonable impulsar una mayor descentralización, el desarrollo integral de Chile depende de ello. Pero para eso hay que apuntar a un mayor empoderamiento de estas, fusionándolas, aprovechando la diversidad de identidad y sinergia creada, eficiencia en el gasto público y la colaboración e independencia económica de cada Región, vital para un desarrollo más sustentable, humano, económico y social que requiere Chile.