¿Cuál es el impacto de nacer en “x” comuna? Dicho de otro modo, ¿Cuánto pesa la cuna donde naces para determinar tu futuro? ¿Es una ruleta rusa finalmente para los niños? ¿O una lotería que predetermina su destino? ¿Poco alentador este comienzo? Sí, las preguntas son algo devastadoras, pero nos invitan a detenernos un instante.
Literalmente hemos visto como uno de los servicios más olvidados del Estado –debiendo ser de los más importantes– hoy se encuentra en la UTI. Hace una semana se entregó la escalofriante cifra de 185 niños dependientes de instituciones del Sename que han muerto en estos últimos diez años, lo que equivale a 4 salas de clases de 45 alumnos, a un niño muerto cada 3 semanas, equivale a la invisibilidad punzante que llama a alzar la voz.
Aun peor, el informe de Unicef publicado por La Tercera establece que “75 niños, niñas y adolescentes fallecieron en 2010, durante el período de cuidado en instituciones de protección”, en clara contraposición a los 15 informados por el Sename para mismo periodo, de ser cierto tamaño error esto toma ribetes impensados, siendo un drama el fondo y la forma, las pérdidas y la nula capacidad de información fidedigna, sin siquiera analizar la gestión.
Parece un mal chiste pero no lo es: el pasado 4 de julio la Ministra de Justicia, Javiera Blanco -en plena comisión investigadora del Sename- utilizó la palabra Stock en referencia a los menores internados en dependencias del servicio de menores. “Uno es el flujo y el otro el stock… hoy día tenemos 8.326 niños vigentes, es el stock”. Fue la frase que causó impactó en los parlamentarios presentes, como también en los medios de comunicación y redes sociales.
Resulta perturbador que esa haya sido la palabra utilizada, más allá de conceptos técnicos y un uso poco afortunado del lenguaje, deja en evidencia el modo en cómo se comunica y trabaja, donde estos menores –los más vulnerables dicho sea de paso– no son más que una estadística, un dato útil para demostrar alcance, dado que si hablamos de tratamiento y oportunidades el Sename es un paciente en estado terminal, y el Estado chileno ni siquiera no está llegando a tiempo, no está siendo capaz de leer una de las realidades más dolorosas que vivimos como sociedad. Es extraño no ver al INDH interpelando al gobierno ante esta situación, aunque en realidad de extraño no tiene nada.
Y no son sólo los menores del Sename. Cabe recordar la intervención urbana realizada a comienzos de este año por la Fundación Súmate: una torre de mochilas vacías. ¿Qué buscaban? Representar a los más de 149 mil niños y jóvenes que hoy se encuentran fuera del sistema educacional, 60 mil de ellos son menores de edad y 21 mil de extrema vulnerabilidad (Casen 2013). En efecto: en la actualidad cerca de 720.000 niños no asisten a una sala cuna o jardín infantil y a nivel país hay 70 mil niños que no asisten a pre kínder y kínder. Otra realidad, según TECHO de las 36.023 familias que hoy viven en campamentos, casi un 34% son niños o adolescentes entre 0 a 14 años.
Por cierto, considerando que los talentos de los niños al nacer se distribuyen aleatoriamente, cabe preguntarnos cuándo perdimos el foco y dejaron de ser prioridad. En la elección pasada prometer gratuidad universal entregaba dividendos políticos inmediatos y así fue. Hoy esa promesa es inalcanzable, pese a reforma tributaria aprobada y a las glosas presupuestarias; inclusive un estudio de L y D proyecta esta gratuidad para el 2076. Lo anterior sale a colación por dos razones: la primera es lo imperioso de volver a sobreponer el cálculo/beneficio social por sobre el político/electoral; y el segundo es una prueba de lo perdida de la agenda pública en cuanto a las urgencias sociales. ¿En qué momento se nos hizo más importante discutir si el Estado debe o no pagar la universidad de los más ricos mientras los menores del Sename pueden continuar pateando piedras, como dirían los prisioneros? Algo anda mal en esta ecuación.
En resumidas cuentas, nos falta madurar institucionalmente el concepto del accountability, que es la responsabilidad del ejercicio público y el poder de la ciudadanía a exigir el cumplimiento de funciones y en probidad. Las declaraciones de la Ministra Blanco no han tenido ni tienen ningún costo, cuando es inaceptable que una ministra de Estado utilice ciertos conceptos para referirse a los más desposeídos.
¿Estamos preparados para este desafío? A la luz de las evidencias pareciera ser que nos resulta cómodo considerar a cierta población como “fuera del sistema”, la reinserción de personas que estuvieron privadas de libertad, chilenos que viven en situación de calle, las familias que están en campamento o compatriotas que luchan contra la pobreza y la lenta e invisible muerte de niños avalan esta cierta comodidad e indiferencia. Es vital demostrar que no están solos y que la política no sólo se preocupa de quienes gritan más fuerte, aunque ciertamente será difícil provocar este necesario cambio cultural.
Gabriela Mistral señalaba que “el futuro de los niños es siempre hoy”, y estamos fallando. La muerte de estos niños en verdaderos “campos de concentración”, para la opinión pública, es un acto invisible, muestra de manera fehaciente cómo Estado y Sociedad son indolentes frente a la violación de los derechos humanos básicos de los niños más vulnerables. Y que quede claro: cualquier silencio o relativización de estos escándalos es complicidad con estas injusticias.
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