Urgente. Es el mensaje que entrega la campaña publicitaria de TECHO al mostrarnos el drama de una familia que despierta por la lluvia que cae en su vivienda de campamento. El padre de familia sale bajo la lluvia a tapar goteras con un nylon mientras la madre va en busca de sus hijos, situación dramática y angustiante, que finalmente es un sueño –recuerdo– de su paso por un campamento antes de la entrega de su vivienda definitiva. Lo lamentable es que es la realidad de 36.000 familias, no es un simple spot publicitario, ni menos un recuerdo.
El pasado 21 de mayo el mensaje presidencial tenía una oportunidad de darle un vuelco de 180 grados a la agenda y volver a poner en el tapete, como una prioridad, a las familias más vulnerables del país. La CASEN 2013 arrojó con la nueva medición que un 14,4% vive en condiciones bajo la línea de la pobreza, y lo que empeora aún más estos datos es el 4,5% de personas en indigencia. Actualmente 4 de cada 10 familias sufren algún tipo de vulnerabilidad -entendiendo las nuevas mediciones de pobreza-, y donde los niños, mujeres y personas que viven en zonas rurales son las más afectadas, y representan a los grandes olvidados de la cuenta pública.
Otra realidad se vive en los campamentos: considerando a las 36.023 familias, los datos arrojados por TECHO Chile nos indican que casi un 34% de los habitantes de campamentos son niños o adolescentes entre 0 a 14 años, la cifra casi llega a un 60% si lo estiramos hasta los 30 años. Además, un 91% de las viviendas de campamento no tiene alcantarillado, sólo un 2% de las personas llega a la universidad; por otro lado un 76% no tiene acceso a red de agua potable, la mitad no tiene paso formal a la red de electricidad y, en promedio, las viviendas se encuentran a 21.312 metros de distancia de un servicio de urgencia.
Nuestro pecado capital, como sociedad, es el silencio. Hoy los movimientos sociales se han apropiado de la agenda, y basta ver el origen de la Ley Ricarte y la “marcha de los enfermos” para visualizar lo reactivos que nos hemos transformado. Mientras tanto, la proactividad en las políticas públicas y la visión de largo plazo parecen ser una dulce y utópica añoranza, estamos presos de la cultura del resultado y de dividendos a corto plazo. Hannah Arendt señalaba “la maldición de la pobreza radica más en la invisibilidad que en la indigencia”, por lo que resulta violento percatarnos que nos hemos convertido en una sociedad que, en este caso, tiene un rostro oscuro, poco razonable y con una agenda social y política injusta.
Para dar efecto a cambios y a una función correctiva, es fundamental dar a conocer ejemplos que demuestren lo multidimensional de la pobreza, ilustrando que es una falta de libertad de la persona y una tragedia que destroza vidas, destruye la creatividad de las personas, convirtiéndose en una inminente pérdida de talentos y que ahoga la felicidad. Por lo anterior, lo importante es generar empleos que entregan dignidad al propio esfuerzo y empodera a la persona, mejorar desde la sala de clases la educación de nuestros niños, permitir el acceso a jardines infantiles y salas cuna, tener recintos hospitalarios más cercanos, entre otras prioridades que entreguen las condiciones mínimas para una vida satisfactoria.
Una ciudadanía activa es uno de los caminos a adoptar, también un cambio en las prioridades, ya sea en nuestras políticas, instituciones, acciones individuales y colectivas, todo lo que puede ir en dirección de disminuir y eliminar la vulnerabilidad en nuestra sociedad. La pobreza se puede transformar en pleno siglo XXI en uno de los grandes crímenes hacia los nuestros, por ende la importancia de un análisis social profundo para entender la naturaleza y causas de ella.
En efecto, la política pública más brutal ha sido el olvido de los que más nos requieren, existe un cierto miedo a la pobreza en ese aspecto, un miedo a los “olvidados”, dado que de otro modo no se explicaría tal olvido. Debemos enfocarnos –todos– en los que más nos necesitan,aunque su voz no estén en estos momentos resonando en la plaza pública, o en nuestro caso en Plaza Italia y la Alameda.
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