Curioso e incluso nostálgico fue el giro del discurso de la Presidenta este pasado 21 de mayo: le antecedían discursos rimbombantes por las reformas estructurales anunciadas, y ahora pasamos a una verdadera cuenta pública con balances y recordatorios de reformas aprobadas, en marcha o por presentar, todas ellas sin los éxitos esperados. Por ende, fuimos testigos de una mandataria afable pero incómoda, ciertamente cansada e inmersa en un ambiente de desafección. Fue uno de los discursos de 21 de mayo más breve de la historia.
De los momentos más altos, cuando se acercó a su anterior sello de protección social y temas de género, clave fue el anuncio de apoyo a los padres de hijos con enfermedades catastróficas, lo cual es bien recibido por todos. Por otro lado, la ciudadanía ya da por hecho que la economía, el crecimiento y el empleo no son sus temas de mayor interés ni el de sus asesores. Fue un discurso de un tono gris, sin colores, distante de esa figura maternal de la Presidenta que le permitió en su minuto irse con un 80% de aprobación, mientras hoy se percibe una especie sui generis a la espera del término de su propio mandato.
La cuenta pública se enfrentaba a varios desafíos. El país llegaba con un descrédito y baja confianza en la política, políticos e instituciones, casos de corrupción han afectado tanto la actividad política como empresarial; asimismo se mantiene el suspenso con un proyecto de reforma a la educación superior, lo que desprende la interrogante de una nueva glosa presupuestaria y la clara decepción en los actores involucrados. La crisis en La Araucanía –que pareciera no existir dentro de las prioridades– y un reciente conflicto en Chiloé abren otras aristas. La seguridad ciudadana y la delincuencia son temas de interés general, una salud pública con temas abiertos como por ejemplo la promesa de nuevos hospitales que proviene de discursos anteriores y el vilipendiado Transantiago –un saco sin fondo–, de las peores políticas públicas del siglo XXI, si es que no la peor.
La Presidenta en su discurso relató: “Con hechos reales, ya empieza a concluirse lo que podríamos llamar la “obra gruesa” de nuestras reformas”, cuando en realidad hasta el momento parecieran ser buenas intenciones, por no mencionar las que han traído malos resultados. El pecado capital de este Gobierno fue querer construir y reformar sin algo básico, el apoyo, sustento y cuidado del crecimiento económico. Se predica que no existe billetera para seguir impulsando grandes cambios, lo cual se contradice con el millonario apoyo a TVN de US$ 70 millones o los más de $ 2.000 millones que se están invirtiendo en el Proceso Constituyente, en contraposición al aumento de 2.700 en 2013 a 134.000 el 2016 de personas en listas de espera para una cirugía, o la disminución de becas médicas para especialistas de 1.443 a 1.000 durante el mismo periodo.
Punto aparte y a destacar tres temas centrales. El primero es el empleo y la economía, como señaló la Presidenta: “Esta es mi invitación hoy: hagamos un pacto por un crecimiento que se sostenga en el tiempo”, pero sin anunciar algo sustantivo para retomar la senda del crecimiento económico y que inspire seguridad e invitación a la inversión extranjera, o que inspire a nuevos emprendedores. Esto se conecta con el segundo tema: nada se dijo de las 36 mil familias que hoy viven en campamentos y que aumentan año a año desde el 2014, o de los 2,4 millones de chilenos que hoy viven bajo la línea de pobreza, por lo cual es justo preguntarnos, ¿En qué momento estos compatriotas dejaron de ser prioridad?
Una tercera arista es la educación, quizás una de las más mencionadas pero, ¿de qué forma? Es preocupante que no exista mención alguna sobre los casi 100 mil niños que están excluidos del sistema educativo, la educación pre-escolar y escolar siguen siento un tema pendiente en lo que acceso se refiere, con la gravedad de que es en la más temprana edad cuando se producen los mayores problemas y pérdida de oportunidades. Sigue pendiente de igual forma el tema de la calidad.
Hubo un llamado reiterado a confiar en Chile, al diálogo entre sectores, al creer y construir un país juntos, lo cual se contrapone a “la retroexcavadora” del senador Quintana o al “quitar los patines” del ministro Eyzaguirre. El lenguaje construye realidades y estas declaraciones guiaron claramente a un ambiente contrario. Sin embargo, debemos quedarnos y rescatar el llamado de la Presidenta, Chile lo construimos todos y debemos izar banderas desde lo logrado; pero la brújula, en términos concretos, no se puede desprender del mencionado discurso, donde de igual modo se insiste en políticas públicas erradas, y añejadas por la ideología que las sustentan, lo cual contraría al llamado Presidencial.
El presente nos entrega un dilema como generación, porque nos precede una generación que nos devolvió la democracia. ¿Cuál será la misión para los próximos años? No basta con desvariar por redes sociales o ir a marchar, tenemos que insertarnos en la discusión y ser actores de ella, en cierta medida basta de observar y obliguémonos a movernos con valentía, sin miedo al fracaso, con energía e imaginación para crear. Hoy nuestra libertad y la democracia en que vivimos es poco valorada, porque nacimos en ella, es nuestro deber mantenerla y no socavarla, restaurando las confianzas.
Pero el tiempo apremia, nuestra salida al escenario y ser protagonistas es ahora, para convertirnos en actores del Chile que esperamos, un país más justo, libre y solidario.