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La guerra comercial entre EE.UU. y China: una estrategia de percepciones

En la política de este nuevo milenio las percepciones sociales son un elemento clave y hay pocas personas que entiendan el alcance y uso de estas como Donald Trump. Desde su llegada a la presidencia en 2017, parte de su estrategia y actuar que busca legitimar su imagen como presidente y reforzar su autoridad frente a su electorado han apelado mayormente a percepciones, y en ciertas ocasiones ha llegado al uso de “fake news”. Consecuencia de esto, el país inició una guerra comercial con China, que estas últimas semanas dieron la necesidad de llegar a acuerdos entre los dos Estados. A pesar de que la guerra ya tiene atisbos de terminar, es necesario poner atención a las preguntas que se hacen presente al momento de analizar lo sucedido. ¿De dónde se originan estos acciones?, ¿Cuáles son las consecuencias económicas y sociales de esta guerra?, ¿Cuáles podrían ser acciones más eficaces para delimitar las consecuencias negativas del intercambio?, entre las más relevantes.

Uno de los aspectos más preocupantes es la divergencia que resulta de la opinión del electorado americano respecto las opiniones de los expertos frente a las políticas de estado. En Marzo de 2018, D. Trump logró largas rondas de aplausos tras aprobar un nuevo set de aranceles aduaneros a productos provenientes de China entre los productores de aluminio y acero, consiguiendo reforzar así mantener su apoyo en los Estados que son su base de votantes. Pero estas medidas no solo remite a esos Estados: 33% de la población estadounidense cree que los aranceles mejorarán las condiciones de vida de los ciudadanos -contrapuesto solamente a un 37%- y 54% piensa que usar aranceles para incentivar la producción nacional es una buena idea (contra un 25%), situación ideal para expandir la base de votantes del republicano (Banerjee & Duflo, 2019).

Contrapuesto a este escenario de apoyo, en 2018 el IGM Chicago Booth Forum, una de las instituciones más reconocidas de Estados Unidos, llevó a cabo un sondeo y de todos los expertos consultados ninguno estuvo de acuerdo con que el nivel de vida mejoraría con este tipo de estrategia comercial. El juicio del panel se basa en una de las premisas fundacionales de la economía: el intercambio de bienes es beneficioso para las economías. Desde David Ricardo en adelante se ha considerado que operar en base a ventajas comparativas maximiza las utilidades de un país a nivel macroeconómico. Sin embargo, siempre hay ganadores y perdedores en cualquier fenómeno económico. Es en vista de esta realidad que el Estado debe interceder entre los actores involucrados para compensar aquellos que se han visto afectados negativamente.

Siguiendo esta línea, una de las investigaciones más relevantes en el tema es de Petia Topolova (2010), quien observó los cambios estructurales que acompañó la liberalización comercial en India durante el año 1991. Los resultados estuvieron en línea con la tradición económica, los Estados que se vieron más afectados tuvieron un crecimiento más elevado, pero con una disminución de la tasa de pobreza proporcional más baja que aquellos con un efecto menos pronunciado, provocando una intervención por parte del Estado para expandir los beneficios mediante transferencias de diversos tipos.

Si se lleva este análisis al caso de EE.UU. se puede observar en la investigación de Autor, Dorn y Hanson (2016) que los resultados son similares. Al realizar un mapa de los Estados y clusters económicos más afectados se hace patente que los beneficios económicos son transversales, pero el costo es que en los lugares donde no existe una ventaja comparativa evidente hay una disminución importante en la cantidad de trabajos. Ahora bien, las zonas que sufren las consecuencias negativas tienen desde hace un par de décadas dos características: la producción económica se encontraba ya en declive y existe una reducida movilidad laboral.  Es así como en base a la evidencia el resultado de esta guerra comercial se traduce en una disminución del bienestar aún más exacerbada en los clusters que son la base política de Trump, logrando de este modo demostrar que es una estrategia errónea y limitar el potencial de desarrollo de los sectores más desaventajados por el comercio.

A pesar de la percepción civil respecto del desarrollo de este conflicto, todos los datos e investigaciones sugieren la misma tendencia: la guerra comercial afecta negativamente a toda la población del país, especialmente a los de su electorado. Es así que resulta imperativo encontrar alternativas para contrarrestar las consecuencias negativas, siendo las tareas más apremiantes crear políticas que permitan mayor movilidad laboral dentro y fuera de los clusters industriales y programas de reinserción y capacitación. Siguiendo este tipo de dinámicas se podrían reactivar, o reestructurar, clusters económicos en base a industrias que permitan un desarrollo sostenible a largo plazo y disminuir los costos de la globalización.

El uso de las percepciones del electorado, sin poner atención a las nuevas dinámicas que imperan en el sistema político internacional, en momentos de conflicto, pueden generar resultados negativos y a la larga, contraproducentes. Si, al momento de crear políticas públicas, estas se basan en torno a las percepciones del electorado para consolidar bases políticas nos enfrentamos a efectos que pueden ser considerablemente negativos para la población. Hay que hacer énfasis en reinstaurar el debate técnico y la búsqueda de crear un proyecto que tenga una visión a largo plazo para crear estrategias de desarrollo sostenibles.

 

Francisco Parada

Investigador CERI UDD