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Donald Trump y el proceso de impeachement

El 24 de septiembre pasado, la portavoz de la cámara de representantes en Estados Unidos, Nancy Pelosi, anunciaba que se iniciaban las investigaciones formales de impeachement contra el presidente Donald Trump. “Sus acciones – decía la congresista – han violado seriamente la constitución. Nadie está sobre la ley”. Representantes demócratas de las comisiones de Inteligencia, Relaciones Internacionales, Judicatura, Servicios Financieros y otros, lideraron la investigación; siendo finalmente el comité de Inteligencia el que realizó la acusación formal que luego requirió de una mayoría simple en la Cámara de Representantes, dónde los demócratas poseen 235 asientos contra 198, teniendo así Pelosi los números suficientes para aprobar los artículos de impeachment. Sin embargo, tras la acusación formal al presidente, el proceso derivó al senado, donde Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el senado, cuenta con los números para asegurar que Trump no sea condenado en un juicio. Son varias las preguntas que emergen de este proceso y que cabe analizar.

Por un lado, si sólo miramos a los números, se requeriría de la deserción de algo así como veinte senadores republicanos para que Trump sea condenado en un juicio de impeachement. De acuerdo a la última encuesta Gallup[1], Donald Trump tiene 89% de aprobación entre votantes republicanos. En el escenario de que un senador republicano esté pensando en desertar y votar por el impeachement, su acción posiblemente generará repercusión en esos votantes, asegurando la derrota en la reelección o haciendo que la reelección sea mucho más difícil. Nixon no renunció hasta que sus tasas de aprobación entre votantes republicanos se encontraban cerca del 60%. Y esto no ocurrirá con Trump en un contexto donde hay multiplicidad de medios de comunicación y figuras políticas que rutinariamente lo defienden.

Por lo mismo, la jugada de Pelosi es riesgosa, porque la probabilidad de que McConnell exonere a Trump son sustantivas y si eso ocurre lo único que se escuchará por parte del partido republicano, de los votantes republicanos y de los activistas republicanos, es que Trump no es culpable, que fue liberado de todos los cargos, que todo el proceso fue una caza de brujas, etcétera. En consecuencia, es plausible pensar que Pelosi toma en consideración otros elementos a la hora de enviar el proceso al senado y que, como mínimo, ponga en marcha el juicio teniendo en mente que puede perder.

En este sentido, es importante considerar el contexto político en el que se está moviendo el partido demócrata y los efectos de la táctica que están utilizando.

Por una parte, cabe considerar que quedan 11 meses para la elección presidencial. Esto significa que la política estadounidense se encuentra en medio del proceso para elegir al candidato demócrata, cuya plataforma de partido está construida en base a las mejores ideas de una docena de candidatos. En este momento, lo que requiere el partido demócrata es exposición, debates y cobertura mediática en horario primetime. Cada uno de estos asuntos forma parte de los intereses de los candidatos demócratas, quienes están peleando por cada segundo de exposición. Los demócratas requieren todo el tiempo posible que puedan obtener de la prensa.

Por otro lado, Trump básicamente no está haciendo campaña. En comparación, hace más campaña de lo que haría otro presidente, pero aún no sale con fuerza al ciclo. Está levantando fondos para la verdadera elección el próximo año y también se encuentra planificando.

Ahora bien, hay fundamentalmente cuatro beneficios políticos que pueden obtenerse de un juicio por impeachement con la garantía que el juicio exonerará al acusado (como el caso que tenemos en frente). No quiere decir que la exoneración de Trump, ahora dependiente del senado, efectivamente se encuentre cien por ciento asegurada. Pero partimos de la base que el raciocinio de Pelosi debería transitar bajo esa presunción.

Así, en primer lugar, un juicio por impeachement motiva a la base opositora al ver a Trump en esa situación. Esto es clave al considerar que los demócratas requieren que sus electores salgan a votar en estados competitivos. Segundo, hay suficiente evidencia para decir que un proceso de esta naturaleza desincentiva al votante centrista que está alineado con el partido en juicio (esto es, el partido al que pertenece la persona sometida a juicio). Esto no significa que cambiarán de partido, pero hace más probable que no voten. En tercer lugar, excluye cualquier otra noticia que esté circulando durante el impeachement. El ecosistema mediático estaría básicamente monopolizado por un solo tema. Y, en cuarto lugar, quienquiera que se encuentre en juicio en el senado, en esencia queda localizado a Washington D.C, impidiéndole hacer campaña en otros lados y requiriendo de delegados para otras cosas.

Así vistas las cosas, parece claro que el efecto uno y dos se mantienen activos mientras el juicio se desarrolla. Una vez que el juicio termina se acaba el hechizo. El proceso deja a una base exasperada y a una oposición rejuvenecida.

El efecto tres es relativamente contrario a lo que necesitan los demócratas ahora. El monopolio mediático del tema impide que los candidatos puedan comunicar su mensaje y si no pueden comunicar su mensaje no pueden obtener fondos. Ciertamente el efecto acá requiere de cierto matiz, ya que uno podría suponer un incremento a campaña de candidatos que ya son senadores (como Elizabeth Warren), y que aprovecharían la atención mediática sobre el senado para visibilizar su campaña. Pero otros como Pete Buttigieg serían completamente olvidados. Uno pensaría que la solución para los demócratas era volcarse por un impeachement después de haber escogido un candidato y después de que su mensaje haya podido ser recibido. Pero como la mayoría de los votantes demócratas prefiere un candidato que le puedan ganar a Trump antes que otra cosa[2], uno podría suponer que este proceso juega a favor de esta narrativa, y, dado que el respaldo por un impeachement es de alrededor del 68% entre votantes demócratas[3], la presión sobre el partido es simplemente demasiado.

El efecto cuatro es inútil en este momento, dado que Trump prácticamente no está haciendo campaña. Pero sí sería relevante durante agosto, septiembre y octubre del 2020. Sólo cabe imaginar un candidato que prácticamente no puede salir de Washington, que no puede ver a sus votantes, que no puede realizar encuentros masivos en estados clave. En el caso de Trump esto sería aún peor, dado que él se nutre de este tipo de encuentros. Considerando la experiencia anterior con Clinton, no parece posible que el proceso pueda alargarse lo suficiente como para iniciar el juicio propiamente tal a mediados del próximo año. Más aún cuando los propios demócratas – como Maxine Waters – han dicho que se moverán con rapidez.

Es importante notar, por lo demás, que el público tiene una capacidad de retención mínima. Una vez que el juicio se termine, los hechos y evidencia del caso comenzarán a desaparecer de la memoria y serán reemplazados – bajo la premisa de exoneración – por la narrativa de “inocencia” o “librado de todo cargo”. Cuando el juicio se termine, cualquier intento de usar evidencia y argumentación técnica como aquella usada en el juicio será desechada porque, a pesar de esa evidencia, Trump posiblemente sea absuelto. La mayoría de los elementos centrales de la acusación serán olvidados después de un par de meses. Con lo que la mayoría de la población se quedará es que Trump es inocente, porque la mayoría de los votantes no presta atención a la política y la mayoría de los votantes piensa que un juicio por impeachement se llevaría a cabo de buena fe.

Por consiguiente, es absolutamente crucial el timing del proceso completo (desde la investigación hasta el juicio propiamente tal). Pelosi y los demócratas posiblemente tengan como punto de referencia el inicio de las primarias demócratas en febrero de 2020, donde el objetivo sea desestabilizar la campaña de Trump mientras se moviliza a los votantes demócratas, empujando al senado para que dé inicio al juicio lo más cerca de la fecha de elección posible de forma tal que la decisión acerca de si Trump sigue siendo presidente es realizada en la urna. Tampoco es impensable que el desgaste del proceso y el conocimiento de evidencia incriminatoria, pueda ocasionar fisuras y quiebres desde dentro del partido republicano, haciendo difícil de sostener la presión para votar contra Trump o, al menos, para tomar distancia pública de su presidencia. Los próximos meses serán centrales para comenzar a vislumbrar los resultados esperados de esta estrategia política.

 

GUIDO LARSON

Director Instituto de Humanidades UDD

 

[1] https://news.gallup.com/poll/203198/presidential-approval-ratings-donald-trump.aspx

[2] https://www.npr.org/2019/09/11/759574033/poll-democrats-most-like-warren-but-voters-overall-are-lukewarm-on-democrats-tru

[3] https://prospect.org/impeachment/new-poll-voters-favor-comprehensive-trump-impeachment-inquiry/