A poco más de un año de iniciado el segundo gobierno del presidente Sebastián Piñera, múltiples voces; autoridades, académicos y ex diplomáticos han manifestado su preocupación por el camino que ha tomado la política exterior chilena, la que se ha caracterizado históricamente por su consistencia y mesura. Sin embargo, acorde a lo manifestado por diversos sectores, el actual gobierno se estaría alejando de la tradicional política exterior chilena adoptando decisiones controversiales y poco consensuadas.
Históricamente, los líderes chilenos han manifestado orgullo y compromiso con la política exterior del país, la que se caracterizaría por ser una política de Estado, centrada fundamentalmente en un fuerte apego al derecho internacional, lo que posicionaría a Chile como un “ciudadano internacional ejemplar”. Este enfoque, teóricamente hablando, le entregaría al país herramientas útiles para perseguir sus intereses a pesar del tamaño relativamente pequeño que ocupa en el sistema internacional.
Efectivamente, la no firma del pacto migratorio y del acuerdo de Escazú, junto con la visita a Cúcuta por parte del primer mandatario, son señales que podrían demostrar un cambio en la política exterior chilena. A diferencia de lo manifestado por múltiples intelectuales y autoridades, un cambio de esta naturaleza no implica necesariamente un contratiempo para los objetivos de largo plazo del país.
La política exterior siempre debe ser evaluada en virtud de los intereses del país. Desde esa perspectiva, el cambio en sí mismo carece de valor y contenido, lo relevante es comprender si la nueva estrategia dice relación con la persecución de los intereses de la nación. En ese sentido, resulta fundamental empezar a discutir sobre las posibles consecuencias de las decisiones tomadas por el actual gobierno, si estas perjudicarán o beneficiarán al país, más que centrar la discusión pública en la nueva política exterior chilena.
Investigador Centro de Estudios de Relaciones Internacionales UDD.
