En el imaginario colectivo aún India es un país más bien pobre, con poca relevancia en el Sistema Internacional y lejano a Latinoamérica tanto en términos geográficos como de tráfico comercial. Nada más lejos de la realidad. Hoy India es un país emergente con gran potencial de crecimiento e industrialización. La tasa de pobreza es de un 21%, menor que la Argentina –por dar un ejemplo- que es de un 25%. Lo que ocurre es que un 21% de 1.324.000 millones de personas en una gran cantidad de personas, pero no lo es en el porcentaje que es inferior al de muchos países latinoamericanos. Por otra parte, India ha aumentado considerablemente su comercio con los gigantes latinoamericanos – México y Brasil- y con Chile, único país que posee un acuerdo comercial bilateral, el AAP (Acuerdo de Alcance Parcial).
India hoy crece al 7.4%, mientras que China lo hace a un 6.6% según datos del FMI. Esto quiere decir que India es la economía más dinámica del mundo y lo seguirá siendo según las proyecciones. ¿Cómo un país que hasta hace pocos años tenía una economía proteccionista y de lento crecimiento llegó a convertirse en la actual economía más dinámica del mundo? Intentaremos elaborar algunas breves reflexiones al respecto.
Antes que nada, es necesario establecer que China e India no surgieron como potentes economías a partir del siglo XXI si miramos la historia de larga duración. De acuerdo al economista A. Madisson, Asia está “despertando de un letargo de tan solo 300-400 años” que se inició cuando Europa Occidental comenzó a superar al continente asiático tanto en innovaciones con la Revolución Científica y en crecimiento económico con la Revolución Industrial iniciada en el siglo XVIII en Inglaterra. Es en este período cuando Asia pierde su posición de liderazgo. Si a ello le sumamos que durante el siglo XX gran parte de los países del continente se sumaron al desastroso experimento del comunismo, mientras que Occidente lideraba una revolución tecnológica, se explica por qué aumentó aún más el GAP entre Asia y las potencias hegemónicas del
momento: EE.UU, Europa Occidental, Australia, Canadá. Pero hoy Asia – y en especial China e India- aprendieron de la industrialización y productividad de Occidente y están retomando una senda de crecimiento que perdieron “únicamente por algunos siglos”. ¿Qué son 400 años en la historia de una civilización que tiene más de 12.000?
Hay diversos “motores” que iniciaron esta trayectoria hacia el crecimiento. En primer lugar, el “bono demográfico” de India es inmenso. Tiene una población de más de 1.300.000 millones de habitantes con un promedio de edad de 27 años (en Chile 34, China y USA 37 y todos los países europeos sobre 40). Esto significa una gran población activa que acelera la productividad y da dinamismo a la economía si este bono se utiliza bien. Y así se está haciendo con la importancia otorgada a la educación y al capital humano. Latinoamérica –y especialmente Chile- están experimentando un envejecimiento poblacional en donde el “bono demográfico ya pasó” y –quizás- no se aprovechó lo suficiente. Mientras a nosotros nos preocupa generar políticas que ayuden al bienestar de la población adulto-mayor, los indios están buscando fórmulas para salir aceleradamente de la pobreza y educar/calificar a su enorme contingente de población joven para un competitivo mercado laboral. Actualmente 1 de cada 6 personas nace en India y a partir del 2020, 1 de cada 4 trabajadores provendrá de ese país. Posee una clase media con un considerable poder adquisitivo de cerca de 350 millones de personas (la mitad de toda América Latina) que están impulsando enormemente el consumo y están ávidos por adquirir productos del extranjero. He ahí una gran oportunidad para la agroindustria chilena.
Pero no solo el bono demográfico y el consumo masivo que moviliza la demanda explican el “milagro indio”. En segundo lugar, es importante señalar la “revolución” en las tecnologías de la información que ha experimentado el país asiático. Analizar su origen es imposible en este espacio, gran protagonismo han tenido los IIT (Indian Institute of Technology de propiedad estatal); pero al menos es necesario reflexionar sobre algunos aspectos: India es el país que más ingenieros, matemáticos y programadores gradúa a nivel mundial, cerca de 3 millones anuales. Bangalore, ciudad al sur de la India, se le denomina el “Silicon Valley indio” por ser referente en innovación digital. Grandes compañías multinacionales como TCS, INFOSYS o WIPRO hoy están presentes en la
mayor parte del orbe entregando diversos servicios informáticos y de outsourcing. El capital humano del rubro digital es valorado enormemente a nivel mundial: el CEO de Microsoft es Satya Nadella de origen indio, en Google USA los indios constituyen el segundo grupo laboral después de los norteamericanos.
La revolución en las tecnologías de la información impulsó el campo aeroespacial. Pocos saben que India llegó a Marte el 2014 con una nave de bajo costo o que nuestro país lazó su primer y único satélite 100% chileno desde India gracias a las excelentes relaciones que tenemos y su expertiz en la materia.
India –paralelamente- ha experimentado un fenómeno de industrialización acelerada sin precedentes (salvo el caso de China) en las últimas décadas. La política “Make in India” iniciada por el actual Primer Ministro de India, Narendra Modi (“piensa en algo; lo que busques está en India”) ha impulsado una producción nacional en todos los rubros, destacándose la industria automotriz, farmacéutica, textil, maquinaria y artefactos para la construcción, servicios informáticos, entre otros. Hoy podemos afirmar que India se está convirtiendo en la “segunda fábrica del mundo”.
Nada de esto tendría asidero sin el apropiado proceso de liberalización y atracción de inversiones que inicio en 1991 el Primer Ministro Narasimha Rao y su Ministro de Hacienda Manmohan Singh, quien luego fue Primer Ministro. Rao fue el “Deng Xiao Ping indio”. Desde entonces, India ha experimentado un sostenido y elevado crecimiento económico. Y todo ello en medio de una democracia que no ha sido interrumpida desde su independencia, lo cual hace aún más valorable el proceso. La “magia”, las tradiciones culturales y la espiritualidad india siguen intactas porque no ha habido un poder político totalitario que las arrebaten.
Obviamente aún hay muchos desafíos: superación de la pobreza, de la corrupción, de enfermedades epidemiológicas, del trato a la mujer y del caos que se vive en algunas ciudades; pero el país avanza “por un buen camino”.
En definitiva, India ha sido considerada como “país periférico” de acuerdo a teorías económicas tradicionales y escasamente influyente en el Sistema de Relaciones Internacionales. Quizás el siglo XXI nos sorprenda y más tarde que temprano la maravillosa India pase a tomar una posición de centro y de país hegemónico.
Directora Ejecutiva CAMINDIA
Profesora Facultad de Gobierno UDD
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