A inicios del año 1969, cuando la Guerra de Vietnam estaba en pleno desarrollo, me embarqué en Chañaral en un carguero que transportaba sal al Oriente. Luego de eternos veintiocho días de travesía, arribé al puerto de Kobe en Japón, iniciando un periplo que me llevaría también a la isla de Taiwán (República de China), cuyo Gobierno, a la sazón, era reconocido como el único representante de China en el concierto internacional. Dos años después de tan enriquecedora aventura personal, la República Popular China hacía su ingreso a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alterando el mapa geopolítico del planeta y dándole otra fisonomía al organismo multilateral más relevante del debate global. Entrelazar estas dos situaciones en una reflexión de espesor intelectual resulta desafiante y complejo, pues implica incorporar una mirada actual con suficiente dosis de sensibilidad que la haga proporcionada con el producto que se desee entregar, considerando al Océano Pacífico como una vía de comunicación. En otras palabras, significa agregar simbología al valor intrínseco que tiene el océano en sí mismo al acoger los intereses de los máximos exponentes del quehacer mundial.
Retrotraerse al periodo de la Guerra Fría y darle perspectiva a la cuenca del Pacífico de cara al nuevo milenio, significa acoplar en la mente un cúmulo de hechos, vivencias y recuerdo relacionados entre sí y que sean pertinentes para comprender mejor los cambios dramáticos que ha traído el advenimiento del nuevo milenio en su ámbito. Para empezar, el atlas mundial se digitalizó, cambió la manera de comunicarse y la gobernabilidad se vio afectada en un mundo que devino horizontal. Pareciera que ahora todo estuviera a la vuelta de la esquina y bastara un click para tenerlo; además, el valor del tiempo se reduce en una secuencia donde la comunidad como centro neurálgico de convivencia se desvanece y las instituciones emblemáticas ven desafiado su rol intermediario. Los centros de toma de decisión se diversifican y las comunicaciones adquieren otro carisma ¿Es esto real o se trata de una novedad que se irá diluyendo a medida que la institucionalidad se acomode a tanto desafío? La respuesta puede ser difícil aunque para algunos quizás bastaría una interpretación acuciosa del signo de los tiempos para encontrarla o una aceptación tácita del orden natural de las cosas como si nada de extraordinario hubiera pasado. Aunque suene irreal o hasta sofisticado estamos frente a una realidad irrefutable: el mundo se ha vuelto egoísta y existen algunos que privilegian su propia zona de confort por sobre la comunidad. No sería la primera vez; la historia muestra que en otros momentos de aceleración de la vida, similar al que ahora provoca la Globalización, la fluidez para insertarse en el cambio depende de quién lo conduce y de las capacidades institucionales para abordar correctamente nuevos retos y amenazas. Sin embargo, se trata de un caso singular de cual derivan contingencias de alta complejidad debido a las enormes proporciones jurisdiccionales que cubre y cobija su extensión (aguas, plancton, plataforma continental, fondo marino, atmósfera, etc) con una diversidad de actores y una multiplicidad de intereses que armonizar más allá de los contornos de la agenda tradicional. A su vez, el diálogo intercultural y el perfil geoestratégico se agregan como ingredientes a cualquier análisis conforme hoy determinan la influencia de cada actor en el diseño de la estrategia para situar la región Asia/Pacífico como neurálgica del debate global.
Situados en esa perspectiva, la impronta del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se estableció en 1989 como respuesta a la creciente interdependencia entre las economías de esa región, se sitúa como un referente para adecuar estas nuevas circunstancias y ponerlas en beneficio de la cooperación económica que fue uno de los objetivos que tuvieron en vista quienes forjaron la instancia y, por cierto, para darle el sentido de comunidad que tanto se requiere para lograr estadios de progreso equivalente entre sus miembros, a pesar de las asimetrías en cuanto a tamaño de los territorios de cada uno, número de habitantes y volumen de sus economías. Imagino que aquella figura de “acentuar las ganancias positivas (regionales e internacionales)derivadas de la creciente interdependencia económica a través del flujo de bienes, servicios, capital y tecnología” (Seúl, Corea 1991), puede tener ahora correspondencia con otras áreas del acontecer que requieren de un impulso adicional para sintonizarse con la Globalización y las transformaciones que produce.
Chile como ribereño del Océano Pacífico y partícipe abonado de una prolífica agenda APEC tiene condiciones y capacidad para proyectarse impregnado de sus postulados y trascender desde sus ya conocidas aspiraciones de ser el nexo entre el Asia y la región latinoamericana. En un escenario más competitivo y demandante que hace tres décadas puede fortalecer todavía otras características que lo destacan como interlocutor con credenciales para impulsar políticas que se desarrollan en el espectro del citado foro, aprovechando también sus ventajas comparativas (entre otras un territorio tridimensional); aún más, si se consideran las profundas transformaciones conceptuales que ha traído el siglo XXI y se funden en la agenda multilateral. Por ejemplo, la ampliación del significado de vecindad y territorialidad con la consiguiente aproximación a la formulación de políticas públicas acordes. En efecto, la virtualidad que se apoderó de las comunicaciones y del relacionamiento entre estados y personas configura un cuadro donde las distancias no son obstáculo al emprendimiento ni óbice para que los intereses se entrelacen dando un nuevo sentido a la vinculación entre naciones.
En suma, las diferencias respecto de hace cincuenta años cuando emprendí mi primer viaje al exterior, son siderales. Se puede, ciertamente, viajar a la China o Japón a través de una carretera virtual que conecta las riberas del océano que las circunda y nos acerca en sólo un tris. Un panorama de modernidad que tributa en favor del perfil del APEC, instancia de cooperación y referente de integración para la zona de más productividad del planeta y donde Chile se potencia como ribereño y usuario de un gran espacio marítimo, centro neurálgico del acontecer global, donde convive con los estados más desarrollados del planeta.
Abogado/Diplomático.
Ex embajador en la República Popular China.