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Liderazgo y política exterior

El libro que presento sostiene que el estilo de liderazgo político que desarrollan Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en la conducción de la política exterior chilena ha sido el factor más determinante en la orientación de la política exterior chilena respecto de su entorno regional.

Durante la primera década del siglo XIX es posible distinguir en la política exterior chilena, en cuanto a su dimensión subregional, dos momentos o etapas claramente diferenciados:

La primera de estas fases – la de desacoplamiento –  tiene lugar durante el gobierno de Ricardo Lagos, y debe entenderse como el momento en que la política exterior chilena exhibe una significativa desarticulación respecto de los procesos que tienen lugar en el espacio regional sudamericano. Durante el gobierno de Lagos se impulsó como estrategia externa la de consolidar la inserción internacional chilena, es decir, concretar una mayor penetración de Chile en los mercados mundiales mediante la suscripción de acuerdos comerciales con las más importantes potencias extrarregionales. El éxito de este accionar se concretó en la negociación o suscripción de tratados comerciales con la Unión Europea, Estados Unidos y China, erigiendo a la economía chilena, y al país, en una suerte de modelo en y para el concierto regional.

Esta proyección de un liderazgo regional pareció cristalizarse en la actuación chilena frente a diversos asuntos, tanto globales como regionales, cuyos íconos están representados por cuatro   acontecimientos. El voto en el Consejo de Seguridad en el año 2003 por el asunto de las armas de destrucción masiva de Irak, lo que significó adoptar una posición contraria al unilateralismo estadounidense. La participación de tropas chilenas en la fuerza multinacional que se apostó en Haití a partir del año 2004. La postulación de José Miguel Insulza a la Secretaría General de la OEA el 2005.  Y la organización del Foro APEC realizado en Santiago de Chile. Por contraste, hacia esos años, los países sudamericanos experimentaban importantes transformaciones. La crisis económica que a fines de los noventa asoló a las economías emergentes, particularmente de Asia y Latinoamérica,  significó la erosión del modelo del regionalismo abierto y trajo aparejada un fuerte deterioro social y económico que contribuyó a una creciente inestabilidad política en la región. Se instalaban gobiernos de tendencia socialdemócrata y germina la geografía regional fenómenos de neopopulismo y nacionalismos.  Al mismo tiempo, nuevas visiones del desarrollo, que conferían al Estado un papel central, se posicionaron en el discurso de los nuevos liderazgos políticos regionales, encarnados por los presidentes Lula, en Brasil,  y Chávez, en  Venezuela

El nudo de mayor complejidad para la política exterior chilena del período 2000-2006 lo constituyó el entorno vecinal. Como consecuencia de las convergentes coyunturas vecinales, derivadas tanto de la interrupción del abastecimiento gasífero desde Argentina, de la ofensiva multilateral desplegada por Bolivia para plantear su demanda marítima,  como de la revisión de los límites marítimos efectuada de parte de Perú,  las relaciones de Chile con sus vecinos arrojaron en este período un balance deficitario, se  tendieron a reforzar las percepciones negativas en torno al país y sus objetivos externos, quedó expuesta la inadecuación de los instrumentos desplegados en el entorno regional para satisfacer las necesidades comerciales y energéticas del país, y revelaron cierta incapacidad de los actores políticos para reforzar los vínculos con la región.

Una segunda fase que transcurre entre los años 2006 y 2010, que he denominado, en contraposición a la anterior como de “Reacoplamiento Regional” tiene lugar durante el gobierno de Michelle Bachelet y debe entenderse como la etapa en que se genera una creciente sintonía de la política exterior chilena en relación con las dinámicas políticas, económicas e integracionistas que, desde comienzos de esa década  venían desarrollándose en la región.

El gobierno de Bachelet no hace abandono del modelo de desarrollo impulsado por los anteriores gobiernos concertacionistas, pero confirió una mayor prioridad a la región latinoamericana. Considerándose la estrategia de consolidación de la inserción internacional ya estaba agotada, la política exterior debió encarar el fuerte deterioro en los vínculos vecinales y regionales, heredados de la administración anterior. La estrategia internacional implementada buscó renovar el esquema de relacionamiento externo hacia América Latina. En este propósito, el contexto regional resultó afín, en la medida que, asistimos a profundización de los procesos iniciados en el quinquenio anterior, profundización que se plasma en un nuevo modelo de integración regional de carácter pos neoliberal. Esta nueva forma de  integración que desarrollaron los actores regionales se estructuró en torno a una visión del desarrollo distanciada de los programas neoliberales y sustentada en una concepción neodesarrollista del Estado, con una agenda de marcado acento político que enfatizaba la necesidad de atender a temas como la pobreza, la desigualdad y las asimetrías comerciales, así como la necesidad de adoptar  políticas más activas en el campo de la energía y la infraestructura. En sincronía el sello de la política exterior chilena está dado por la prioridad conferida a las relaciones regionales, especialmente sudamericanas y vecinales. La mayor inclusión en los procesos políticos y económicos vivenciados en la región se condijo con la posesión de un  perfil externo más político,  más participativo, propositivo y de mayor sensibilidad ante los acontecimientos de su entorno geográfico. La mayor correspondencia (coherencia) con los procesos regionales determinó una mayor participación e inclusión de Chile en la región. Los mayores logros para la política exterior chilena estuvieron dados por la generación de una directriz de diálogo para el trabajo bilateral con Bolivia; la profundización de la alianza estratégica con Argentina; y por el papel jugado por Chile ante la crisis social  desencadenada en Bolivia el año 2008,  cuando Michelle Bachelet detentó la Presidencia Pro Témpore de UNASUR

El fenómeno del cambio en la política exterior de un Estado, cuando este no obedece a variables de naturaleza externa, se centran en factores de naturaleza doméstica, correspondientes a los procesos decisionales, la naturaleza del sistema político y a la influencia del liderazgo político.

El libro que presento sostiene que el estilo de liderazgo político que desarrollan Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en la conducción de la política exterior chilena ha sido el factor  más determinante en la orientación de la política exterior chilena respecto de su entorno regional.

El libro recoge la contribución efectuada por Margaret Hermann al campo del Análisis de Política Exterior, quien elaboró un modelo de tipificación de estilos de liderazgos en la conducción de la política exterior. Dicho modelo se ha construido en torno a las disposiciones que manifiestan los líderes en relación tres factores. Su actitud frente a las limitaciones políticas, si cuestiona las restricciones que el ambiente le impone o se adapta a ellas. El grado de apertura o de bloqueo a la nueva información provista por el  entorno. Y las motivaciones que subyacen tras el accionar de los líderes. Extrapolando al caso chileno el modelo de estilos de liderazgos de Margaret Hermann, postulo que la fase de desacoplamiento tiene directa relación con el estilo directivo del liderazgo que ejerce Ricardo Lagos. En un liderazgo directivo se produce una notoria personalización en el diseño y  conducción de la política exterior, y si bien éste opera dentro de los límites que impone tanto la estructura decisoria formal como el entorno decisional mismo, la alta concentración en la toma de decisiones puede erigirse como impedimento para una lectura apropiada/oportuna del contexto en el que se despliega la política exterior. Asimismo, sostengo que la fase de reacoplamiento guarda relación con el estilo acomodaticio que se asocia al liderazgo de Michelle Bachelet. Este liderazgo se define por la apertura que tiene el líder a la información provista por otros actores, con los que busca compartir la responsabilidad del proceso decisorio, haciendo más probable que la orientación de la política exterior sea fruto de un consenso y, por ello,  pueda adecuarse de forma más acertada al contexto externo.

Los resultados que arroja el análisis del liderazgo político durante ambos gobiernos resultan bastante diferenciados respecto de las implicancias que éste tuvo en la proyección del accionar de la política exterior chilena en el ámbito regional durante la primera década del 2000.

El primer capítulo del texto, abocado a la reconstrucción biográfica de la trayectoria personal y política de Ricardo Lagos, da cuenta de una personalidad modelada por la exigencia, profundamente intelectual, segura de sí misma, metódica, directa, intensa, desconfiada, de fuertes convicciones, apasionada, que fluye a través de la palabra; todos rasgos que lo hacen proyectar una imagen propia de un hombre superior y, las más de las veces,  tozudo y autoritario. Cada uno de los rasgos de su personalidad se refuerzan en la medida que transcurre su historia de vida como un destacado  intelectual, como un duro y enérgico opositor político al régimen de Pinochet, así como un destacado ministro concertacionista tras la recuperación de la democracia.

Si hay en una característica que distinga a la vida política de Ricardo Lagos es el hecho de haber desarrollado una construcción intelectual acerca del poder y del sistema político chileno, hito de origen en su camino a la Presidencia. Sus fuertes convicciones personales determinaron una nítida visión en torno al papel de Chile en un mundo globalizado; la seguridad en sus capacidades y habilidades condicionaron la conformación de un entorno decisional afín a sus ideas y proyectos, sus objetivos estuvieron claramente delineados al sostener la necesidad de consolidar la inserción internacional del país, elementos determinantes en el ejercicio de un liderazgo político de tipo directivo.

El segundo capítulo se aboca al análisis del estilo de conducción ejercido por Ricardo Lagos. Parte de la idea que en un liderazgo directivo se impone un estilo personalista en la conducción de la política exterior fundado  en la visión que el líder tiene frente a las condiciones emanadas del sistema internacional. Un líder directivo posee la profunda convicción que sus experiencias, creencias y racionalidad son los elementos esenciales para guiar la política exterior. Por otra parte, un líder directivo se muestra más cerrado a procesar la cambiante información que procede del entorno doméstico y del medio ambiente externo.

El estilo de liderazgo directivo que ejerció Lagos permite explicar el grado de desacoplamiento generado entre la política exterior chilena durante el período 2000-2006. Dos son los factores a destacar en torno a este desacoplamiento. Primero, la imagen preconfigurada de Lagos en torno al papel de Chile en el mundo, sustentada fuertemente en los éxitos de la estrategia de inserción económica comercial bajo los parámetros de un regionalismo abierto laxo, no le permitió advertir los cambios que se habían producido en la región tras el fracaso de las políticas neoliberales, constatados en el paulatino abandono del modelo del regionalismo abierto. Esta falta de correspondencia se agudizó con la profunda inestabilidad política que se produce en la región y con la articulación de una nueva geopolítica de los recursos energéticos. Segundo, el estilo directivo del liderazgo en Ricardo Lagos determinó la construcción de un entorno decisional afín a sus creencias. En este sentido, pese a contar con personeros de gran peso intelectual y político en el área internacional, ninguno de ellos se vio empoderado en la estructura decisional del gobierno; es más, Lagos estableció una dinámica decisoria claramente vertical en torno a su cargo. Por otra parte, el peso conferido a la estrategia de consolidación económica, Lagos fomentó la emergencia y actuación de una diplomacia técnica paralela, centrada en la DIRECON, en desmedro de las funciones tradicionales de la Cancillería. Una institucionalidad diplomática de estas características acrecentó los riesgos ante la emergencia de crisis en vínculos regionales en extremo complejos como los son los vecinales.

Estos factores coadyuvaron al estallido de la triple tensión vecinal del año 2004, clímax del desacoplamiento de la política exterior chilena en su ámbito regional. Lo singular de esta crisis está dado, no sólo por el contrapunto entre los temas políticos y económicos de las relaciones bilaterales de Chile con los actores del espacio vecinal, sino por el entrecruce y superposición paulatina de los temas emergentes en las tres agendas vecinales, superposición que guardó profunda correspondencia  con el diseño y conducción de  la agenda exterior vecinal.  Por efecto de esta coyuntura crítica Chile se vio expuesto a un verdadero aislamiento energético, aislamiento que se agudizó frente al creciente deterioro de los vínculos con otros actores regionales.

En el  tercer capítulo, la reconstrucción biográfica de la trayectoria personal y política de Michelle Bachelet dio cuenta de una personalidad profundamente empática, carismática y cercana. Bachelet tuvo una trayectoria personal y política singular, marcada fuertemente por los procesos políticos históricos que tuvieron lugar en el Chile del último medio siglo. Su ascenso a la presidencia tuvo un camino atípico, en tanto, no jugó ningún papel central en los orígenes de la concertación, no tuvo un cargo directivo primordial en su partido, no formó parte de la elite política tradicional, a diferencia de todos sus predecesores de la coalición no buscó ni ambicionó llegar a la Presidencia, pero su sentido del deber que ha signado sus decisiones personales, profesionales y políticas a lo largo de su vida se erigió en el factor que desencadenó su decisión de postularse a la presidencia.

La descripción de su personalidad retrata, en grandes rasgos, a una persona profundamente empática, con la capacidad de ponerse en la posición del otro; cercana, en el sentido de situarse y sentirse como una igual frente a los demás; seria y responsable; comprometida; con alto sentido de deber; consciente de sí misma, de sus capacidades, de sus defectos y virtudes; de compartir con otros la responsabilidades de un proyecto de país, que no es suyo sino de todos.  Son estas características asociadas a su personalidad las que permiten definir su estilo de  liderazgo como de tipo acomodaticio. En un liderazgo acomodaticio se desarrolla un estilo de conducción de la política exterior eminentemente pragmático. Un líder acomodaticio busca reconciliar diferentes opiniones y construir consensos para abordar las situaciones complejas y conflictivas, empoderando a otros en funciones de gobierno y compartiendo la responsabilidad del proceso. En profunda vinculación con su pragmatismo, el líder acomodaticio es esencialmente adaptativo, en tanto,  es empático con el entorno político nacional e internacional que los rodea. Este liderazgo siempre busca desplegar un accionar consensuado, evitando accionar o activar situaciones conflictivas o que desentonen con el signo de sus tiempos.

En el cuarto capítulo se muestra que la gestión presidencial de Bachelet la política exterior guardó una cierta continuidad con la estrategia de inserción comercial articulada por los anteriores gobiernos concertacionista; sin embargo, crecientemente, otorgó prioridad a la región latinoamericana, no sólo en el plano de los discursos y las buenas formas, sino a través de un accionar político concreto. En este sentido, el estilo acomodaticio de liderazgo asociado a la personalidad de Bachelet guardó profunda correspondencia con el proceso de reacoplamiento regional de la política exterior chilena durante el período 2006-2010. Dos son los factores que destaco en torno a este reacoplamiento. Primero, el carácter fuertemente adaptativo que exhibió la política exterior chilena durante su administración estuvo fuertemente determinado por la carencia en Bachelet  de una imagen preconfigurada en torno al papel externo de Chile así como de una agenda construida de antemano. Dada la carencia de una visión previa, en un primer momento la política exterior tuvo gran continuismo respecto del sesgo económico de la administración anterior, empero, en la medianía de su mandato supo equilibrar el perfil económico de la política exterior y el accionar político regional tendiente a una recomposición de los vínculos regionales y vecinales. Segundo, demostró una adecuada apertura para procesar la información procedente del medio regional, para la toma de decisiones y a las opiniones emanadas de su entorno decisional. Este entorno se caracterizó por el empoderamiento de los equipos confluyentes en la gestión de la política exterior. De manera correspondiente, la configuración de su entorno decisional fue coherente con el gran pragmatismo que imprimió a la política exterior, en la medida que  fue capaz de reestructurarlo en función de las exigencias emanadas del medio externo. En consecuencia, la política exterior durante la administración de Bachelet demostró ser más sensible y receptiva a las oportunidades del medio regional, y ello se plasma con nitidez en la conducción de la Presidencia Pro Tempore de UNASUR, cuyo clímax estuvo representado por los resultados de la Cumbre Extraordinaria de La Moneda, en septiembre de 2008, en el marco de la crisis interna que, por entonces, atravesaba Bolivia.

Este libro pretende dar cuenta de la relevancia que posee el liderazgo político en los cambios experimentados por la política exterior chilena en su ámbito regional durante la primera década del siglo. Esta senda en el estudio de las relaciones exteriores de los Estados deja abierta la posibilidad y la necesidad de emprender estudios comparados que tomen en consideración las variables aquí trabajadas y explore en busca de factores que en este modelo no se consignan.

Shirley Götz Betancourt

Docente de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo y académica de la Universidad Alberto Hurtado
Doctor (c) en Estudios Americanos en la Mención Relaciones Internacionales, Universidad de Santiago de Chile
sgotz@uahurtado.cl