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Brasil: Política, corrupción y carnaval

Si pudiéramos examinar el gobierno de Dilma, nos daríamos cuenta que la crisis por la que atraviesa Brasil en estos momentos tiene un derrotero definido y al mismo tiempo curioso. Resulta muy fácil señalar que la falta de medidas enérgicas reales, la falta de carisma o la crisis internacional son los causantes de la crisis.

Protestas en Brasil

La crisis de Brasil, cómo la de todos los países de Latinoamérica, no es de hoy; tiene un origen definido y explicable. Lo que se ha agregado a la “crisis explicable” es un factor que es necesario observar y que se llama corrupción.

En el anuario El estado del mundo de 2012, se planteaba que la crisis de 2008-2009 había generado un parón momentáneo en el crecimiento y que los países “irónicamente” habían dado un giro a la izquierda abandonando el consenso de Washington. Así, el crecimiento en 2010 volvía a cobrar un impulso enérgico que nada parecía amenazar. El gobierno de Dilma Rousseff comenzaba con bueno augurios económicos, apoyada en la popularidad de Lula (la que no fue traspasable) y ganando algunos proyectos difíciles en sus primeros momentos como algunas medidas impopulares de carácter económico; la regulación y limitación del sueldo mínimo entre ellas.

Si pudiéramos examinar el gobierno de Dilma, nos daríamos cuenta que la crisis por la que atraviesa Brasil en estos momentos tiene un derrotero definido y al mismo tiempo curioso. Resulta muy fácil señalar que la falta de medidas enérgicas reales, la falta de carisma o la crisis internacional son los causantes de la crisis; pero si observamos con detalle lo que va sucediendo, es una crisis anunciada hace mucho y que, por desgracia, tiene seguidores en América Latina.

El carisma de Lula no fue traspasado a la candidata, sin embargo, ganó las elecciones. El crecimiento se frenó, pero luego se repuso. Su discurso fue el de proteger a las clases más necesitadas y son esas personas las que salen a las calles hoy. El giro a la izquierda lo inicia Lula y Dilma lo mantiene. ¿cuáles son, entonces, los factores que nos encaminan a la crisis actual en el gigante económico, geográfico y demográfico de América del Sur?

La economía tiene algunos puntos que jugar. Ya no es la responsable la crisis de 2008–2009, debido a que se recuperó rápidamente de ella y en 2010 crecía al 7,5%. China tal vez sí tiene algún grado de responsabilidad principalmente porque después de ser un gran inversor en Brasil éste fue disminuyendo , lo que sumado a la baja del petróleo y de otras materias primas, generó dificultades evidentes pero “explicables”. Hubo menos recursos para la razón de ser del gobierno de Dilma: Los más pobres

Las luces que en algún momento generaron los BRICS, ya no eran tan potentes. Un documento del Banco de España plantea que los aportes de los BRICS a los préstamos para países de renta baja es muy reducida debido a que “Evidentemente, los BRIC son aún países en desarrollo, y en casi todos ellos subsisten importantes bolsas de pobreza”, aunque les reconoce las potencialidades para aumentar en el futuro los aportes. Lo que sostiene las intenciones de Dilma de ir con los más pobres pero los BRICS no son la fuente de riqueza para lograrlo.

A mediados de 2011 se muestra el primer hecho que empieza a explicar la crisis actual: Su jefe de gabinete es acusado de corrupción, más específicamente, de enriquecimiento ilícito. Ese era el momento de dar la señal potente respecto a medidas anticorrupción. La respuesta inicial fue la protección y luego la salida. Esta señal comienza a ser importante. Brasil se había comprometido a realizar un mundial de fútbol y posteriormente los Juegos Olímpicos, empresas de gran costo (pero de gran retorno), de grandes cantidades de dinero expuestas públicamente contra el discurso de Dilma respecto de gastar los recursos en los más pobres. Increíblemente, en el país más futbolizado del mundo, el mundial estuvo expuesto al malestar social principalmente por los hechos de corrupción que comenzaban a aparecer en las licitaciones. Las protestas públicas se transformaron en un instrumento recurrente de una clase social emergente, los atrasos en las obras pusieron en peligro la organización del campeonato, las amenazas contra su realización dieron visibilidad mundial a un malestar interno en ascenso.

Dilma no adoptó las medidas necesarias contra los actos de corrupción en las licitaciones probablemente por no contar con los tiempos entre el compromiso con FIFA y los atrasos evidentes en el programa hacia el inicio del mundial. El 12 de mayo de 2014, el diario digital infobae, publicaba la noticia que empezaba a relacionar públicamente la corrupción con la política: el costo de construir el estadio de la Copa del Mundo en Brasilia se ha triplicado a casi 900 millones de dólares en fondos públicos, debido, en gran medida, por facturación fraudulenta, afirman auditores del Gobierno. Ese aumento de costos lo convierte en el segundo estadio de fútbol más caro del mundo, a pesar de que la ciudad no tiene siquiera un equipo profesional de envergadura.

Ahora, un análisis por parte de The Associated Press, información en poder del principal tribunal electoral de Brasil, muestra un aumento estratosférico de las contribuciones de campaña por parte de compañías que han ganado la mayoría de los contratos de proyectos para la Copa del Mundo. El principal constructor del nuevo estadio de Brasilia multiplicó por 500 sus donaciones en las elecciones más recientes.

A partir de ese momento, la popularidad de Dilma caía día a día. Al término del mundial de fútbol, la corrupción se acercó a la mandataria principalmente porque los involucrados corresponden a Petrobras, empresa fundamental en la economía brasilera de la que la Presidenta fue directora durante el gobierno de Lula por lo que “no puede no saber” lo que sucedía en su empresa.

Para Dilma puede ser comprensible que no se entienda por parte de los más pobres que su compromiso de gobernar para ellos no se concrete del todo por razones económicas que superan su propio control. Pero lo que no es aceptable para el pueblo, es el abandono del discurso hacia los más pobres y enredarse en una maraña de corrupción en que su única respuesta es sacar al afectado de su gabinete y encomendar una batería de medidas anticorrupción transformables en leyes.

Dante Sica, director de la consultora Abeceb.com señala: Brasil siempre fue un país de mucho contraste social entre pobres y ricos. En los últimos años mejoró la distribución del ingreso, lo que permitió que surgiera una nueva clase media.

Aquella masa de más de 40 millones de brasileños que antes pertenecía a los segmentos C y D de la pirámide, según los parámetros de pobreza e indigencia, es precisamente el motor de las multitudinarias manifestaciones que hoy tienen en jaque al país.

Toda una paradoja para el oficialista Partido de los Trabajadores. El hecho de haber sumado a la sociedad de consumo a millones de brasileños parece ser su mayor logro, pero por estos días también su peor pesadilla. http://www.cronista.com/

Conclusiones

De todo lo que hemos expuesto, podríamos decir que la crisis de Brasil pareciera ser exportable a otros países de la región, siendo esta la primera y principal conclusión de este grave problema institucional que vive Brasil. No está en cuestión la legitimidad de Dilma ni tampoco las protestas van dirigidas a un cambio de gobierno, pero si deben hacer reflexionar que en el mundo actual no es posible soportar actos de corrupción en el gobierno a través de manejos dudosos o de enriquecimiento ilícito producto de puestos de poder e información privilegiada.

Si la política de los años 60 soportaba estas prácticas cubiertas por un paraguas ideológico que permitía muchos excesos, hoy es necesario darse cuenta que los tiempos y la sociedad han cambiado. La sociedad civil ha comprendido a través de muchos ejemplos, principalmente desde la primavera árabe, que posee las herramientas para hacer cumplir un contrato social y elevar los estándares éticos de sus dirigentes.

Por otra parte, los dirigentes no pueden equivocarse en aspectos éticos. No es tolerable un discurso orientado a buscar una empatía con los pobres y tolerar la corrupción en su gabinete. Es éste el problema de Dilma y desgraciadamente es un problema exportable, principalmente por la calidad de la clase política.

Dilma apostó al mundial y al carnaval y ninguno de ellos le cooperó a superar el problema. Bien por Brasil que se muestra intolerante a la corrupción desatada y una alerta importante desde el gigante Brasil al resto del subcontinente.

 

Jorge Sanz

Docente Facultad de Gobierno Universidad del Desarrollo.

Doctor (c) en desarrollo Local y Territorio, Universidad Jaume I de Castellón de la Plana España

 

jotasanzjota@gmail.com