Entre los días 10 y 11 de noviembre pasado, el mundo puso sus ojos en la región del Asia-Pacífico. Primero fue la XXII Cumbre de APEC en Beijing, China, luego la XXV Cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), en Myanmar, y más tarde fue la IX Cumbre del G20, en Brisbane, Australia. Coincidencia o no, las principales potencias del mundo y las principales economías del mundo, se encontraron discutiendo asuntos de seguridad mundial, gobernanza y proyectos económicos en la región del Asia-Pacífico.
Por varias razones, la cumbre que acaparó la mayor atención fue la de APEC. Pero quisiéramos concentrarnos en dos en particular que están íntimamente ligadas: por una parte el reforzamiento del poder de China, y segundo, la importancia que ha venido ganando la región del Asia-Pacífico en términos económicos y geopolíticos, traduciéndose en que, lo que ocurra allí, le importe también a otras regiones. Ambos procesos están de la mano y se refuerzan uno al otro. En la última cumbre de APEC ello fue claro. No por nada, el importante semanario norteamericano, The Economist, le dedicó un especial a la región del Asia-Pacífico titulado, “The Pacific Age”.
Deberíamos comenzar diciendo que la Cumbre de APEC del año 2013, en Indonesia, no tuvo el atractivo, la importancia ni la grandeza que sí la tuvo este año. Previo a esa cumbre, el presidente norteamericano había contemplado una gira por el Asia-Pacífico para reforzar los lazos con esa zona, que terminaría en Indonesia, pero problemas de política interna le impidieron realizarla. Por lo que junto a la ausencia del Obama –que fue reemplazado por su Vicepresidente-, esa cumbre no logró introducir nuevos temas ni plantear futuros acuerdos, en vez de ello se volvieron a plantear viejos objetivos y desafíos.
Esta vez el Presidente de China, Xi Jingping, se preocupó que la Cumbre de APEC 2014 fuera para recordar. Y no nos referimos solamente porque durante una semana Beijing tuvo un cielo limpio y celeste con la medidas más fuertes que hayan sido introducidas para combatir la contaminación desde los juegos olímpicos de 2008 –la circulación de vehículos disminuyó al aumentar las restricciones, las fábricas de Beijing y las que están a 200 kilómetros se las paralizó por casi una semana, se otorgó vacaciones para los trabajadores del sector público y descuentos en las agencias de viajes para que la gente viajara fuera de Beijing-, ni por el nuevo hotel con un lago que se construyó para los anfitriones, o el deslumbrante juego pirotécnico y de luces en el Nido de Pájaro -el Estadio Olímpico- y el Cubo de Agua -Piscina Olímpica-, donde se realizó la cena principal. Nos referimos principalmente por los encuentros que hubo, los acuerdos económicos y de entendimientos políticos que se alcanzaron y los objetivos futuros que se plantearon. Y el gran protagonista fue China, que por ser anfitrión tuvo una agenda a su medida, reforzó su liderazgo a nivel mundial, y logró unidad en su esfuerzo por construir un nuevo escenario de instituciones internacionales.
Los medios destacaron el encuentro que sostuvieron el Presidente chino y el Primer Ministro japonés, Shinzo Abe, el primero en tres años desde que se inició el conflicto por la soberanía de las islas Diaoyu. Asimismo, destacó la reunión que sostuvieron Xi y Obama, donde llegaron a acuerdos para reducir las tarifas arancelarias para más de 200 artículos tecnológicos, mayor flexibilidad para la obtención de visados norteamericanos y un gran acuerdo para reducir la emisión de carbono –China y EE.UU. son los dos mayores emisores de gases contaminantes del mundo. Por otra parte, China y Corea del Sur firmaron un TLC, y se informó que con Australia las negociaciones habían llegado a buen puerto –el que fue lanzado con bombos y platillos la semana siguiente en el encuentro del G20-, y con Rusia, China firmó una acuerdo para aumentar el envío de gas, reforzando el gran momento que viven las relaciones entre ambos países.
Por otra parte, el Presidente chino en su discurso inaugural amplió su concepto del “Sueño Chino” por el “sueño del Asia-Pacífico”. De esta manera, sobre su liderazgo e iniciativa, Xi Jingping volvió a darle fuerza a una idea que se había planteado varios años atrás pero que parecía ya enterrada; crear un Área de Libre Comercio de Asía Pacífico (FTAAP, por sus siglas en inglés). Aquí entramos a comprender un proceso que tiene años de estar ocurriendo y que está íntimamente ligado al extraordinario ascenso económico de China: la importancia que ha venido ganando la región del Asia-Pacífico a nivel económico y geopolítico. En otras palabras, si tenemos en cuenta que la primera y segunda economía mundial dan al pacífico y su principal comercio se realiza en ese océano, que los países de APEC representan un 56% del PIB mundial, que la región del pacífico representa cerca del 60% de la producción de bienes a nivel mundial, y que el comercio entre los países del Pacífico hace ya algunas décadas es mayor que el que transita en el Atlántico, podemos comprender mejor las palabras del ex-Primer Ministro y Canciller australiano, Kevin Rudd, cuando afirma que, económicamente hablando –y probablemente también lo será a nivel político- “donde Asia se dirija a futuro, el mundo lo seguirá”.
Vivimos tiempos donde lo que se está pensando es la creación de acuerdos macroregionales. Estados Unidos lleva casi dos años en negociación para lograr un TLC con la Unión Europea, que tiene muchos detractores y no se espera que se concluya pronto. Desde hace algunos meses, La Alianza del Pacífico y el Mercosur han estado buscando puntos de encuentros para integrarse en el futuro. Y por parte de la región del Asia-Pacífico, si consideramos que los países que pertenecen a APEC han tenido como máxima desde su creación buscar la prosperidad, el desarrollo y acercar políticamente a los países bajo el paragua común del libre comercio, podemos entender que también en el Pacífico estos acuerdos macroregionales se están pensando, y con altas posibilidades de éxito a futuro. APEC 2014 fue el centro de discusión de estos.
Uno de ellos es el Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), que incluye los países de Asia. Pero son otros dos los que en la cumbre de APEC tuvieron protagonismo. Uno que ya lleva algunos años negociándose es el Acuerdo Transpacífico (TTP), que va más allá de sólo la liberación comercial. Este mega acuerdo regional, que fue lanzado por EE.UU. en la cumbre de APEC de 2011 en Honolulu, EE.UU., es uno donde no está presente China, incluye a países como Chile, Perú, México, Japón, Australia y Canadá, y otros cinco más, representa un mercado de cerca de 800 millones de personas, un tercio del comercio y un 40% de la economía mundial. Es por lo tanto el “gran” proyecto de la administración de Obama en materia exterior para los países del Pacífico, que se enmarca dentro de un esfuerzo por redirigir, incrementar y complementar las relaciones con la región del Asia-Pacífico que ya son importantes en términos económicos, diplomáticos y de seguridad. Sin duda que también es un esfuerzo por contener la mayor presencia de China en la región.
Si bien este año se esperaba que en la reunión que sostuvieron los Presidentes del TTP en la Embajada de EE.UU. en Beijing, permitiese que las negociaciones terminasen este año, ya sabemos que ello no será posible.
En cambio el Presidente chino en Beijing logró revivir una idea que llevaba 10 años congelada; la de un acuerdo comercial amplio que incluyera las 21 economías de APEC por medio de la FTAAP. China lo planteó en APEC 2014, estableció una hoja de ruta para que se realizaran estudios durante dos años y tuvo el apoyo de todos los países participantes. Sin duda un triunfo para China que el Presidente Xi calificó “como un paso histórico”, aunque también se ha comentado que para EE.UU. su prioridad sigue siendo el TTP y en él se juega gran parte de su liderazgo en el Pacífico.
Lo que hace más interesante el despliegue de poder de China y el reforzamiento de la región del Asia-Pacífico que resultó de la cumbre de APEC, es que vienen a reforzar un proceso histórico más amplio en que parece estar modificando la geopolítica mundial e instaurando un nuevo orden internacional.
EE.UU., desde el primer gobierno de Obama redirigió su política exterior hacia el Asia-Pacífico. Es la estrategia de “pivote” que tanto se ha hablado, que explica que la prioridad está en esa región, donde paradigmático ha sido su esfuerzo por alcanzar el TTP, pese a que muchas veces los conflictos en otras regiones no se lo permitan del todo. China, por su parte, gracias a su gran crecimiento económico, su aumento comercial y de inversión con los países del Asia-Pacífico y regiones como África y América Latina –con este último continente el comercio se ha cuadruplicado desde el año 2004, superó a la Unión Europea como segundo socio comercial y es el principal socio de países como Chile, Perú y Brasil- ha venido teniendo una posición revisionista sobre el orden mundial que se estableció tras la II Guerra Mundial poniéndose a la cabeza de nuevas instituciones internacionales en el Asia-Pacifico, además del ya señalado FTAAP. Entre ellas se puede destacar el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, que fue firmado por 20 países asiáticos, tendrá un primer Presidente chino y su centro principal estará en Beijing, lo que le permitirá a China ganar influencia en el Asia-Pacífico, mejorar su imagen internacional y quitarle influencia tanto al Banco Mundial como al banco Asiático de Desarrollo donde China no tiene un gran liderazgo.
Por otra parte no podemos dejar de mencionar cómo la región del Asia-Pacífico se ha transformado en una región próspera y compleja, explicándose no sólo por la presencia de China. La clase media en Asia desde el año dos mil se ha incrementado en siete veces, mientras que en América Latina se ha doblado, lo que habla de países más ricos y que demandan mayor bienestar. Importante en este proceso de complejización y mayor bienestar ha sido la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), pues ha llevado a estos países a un crecimiento económico espectacular en el tiempo y ha reducido sus conflictos pasado por acercamientos políticos sin precedentes. Asimismo, se ha vuelto mundialmente relevante la integración iniciada por Chile, Perú, Colombia, México, y que en el futuro integrarán Costa Rica y probablemente Panamá, que tiene una pública orientación hacia el Pacífico y representan a los países latinoamericanos que más han crecido en los últimos años. Si bien China y EE.UU. les importa participar de ambos procesos, asisten a sus reuniones y son socios comerciales activos de los países que lo conforman, ambos procesos están lejos de ser, o llegar a ser satélites de estas dos potencias mundiales.
Mucho se ha dicho y escrito sobre que el siglo XXI será el siglo de China. Deberíamos agregar a esta idea entonces, que también el siglo XXI será el siglo del Pacífico en su conjunto. Por lo que APEC 2014, que tuvo como anfitrión a China, quedará registrado como uno de esos hitos donde “un paso más” se da dado en este proceso histórico del cual somos protagonistas.