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Interpretando al Japón de la era Reiwa

La ceremonia de ascensión de Naruhito, el 126° emperador de Japón, se enmarca en una coyuntura especial en la historia contemporánea japonesa, porque por primera vez en casi dos siglos un emperador dejaba su cargo y era sucedido en vida por su hijo. Desde mediados del siglo XIX, todos los ascensos al trono –1912, 1926 y 1989– siguieron al fallecimiento del correspondiente emperador, por lo que el entusiasmo colectivo del momento se mezclaba con el pesar de la muerte. En esta ocasión, si bien la abdicación de Akihito generó pena en la ciudadanía, no empañó la festividad asociada al cambio de era y ascenso del nuevo emperador, transición que comenzó el 1 de abril de este año, cuando se anunció que la nueva era tendría por nombre ‘Reiwa’ (belleza armoniosa).

Este evento en particular reveló muy claramente el significado cultural actual de la figura del emperador. Tal como señala el artículo 1° de la constitución japonesa, el emperador es el símbolo del Estado y de unión del pueblo; para muchos japoneses, el emperador encarna esa unión y existe por ella. Akihito (ahora emperador emérito) fue el primero que dio vida a esa idea, y debió reinventar su rol desde un comienzo en 1989, en un Japón nuevo, muy distinto al que enfrentó su padre, Hirohito, protagonista histórico del Japón de pre y post guerra, y quien renunció a su divinidad en 1945. Por eso hoy, este nuevo emperador asume su cargo con un modelo más claro a seguir.

Las atribuciones del nuevo emperador son ciertamente limitadas. Por constitución, no puede intervenir ni dar opiniones sobre política japonesa. Pero sí posee un accionar mayor en la política exterior, que es donde se despliegan la mayoría de sus actividades en calidad de representante del Estado japonés. Es cosa de analizar lo que hizo Akihito, quien jugó un rol muy importante durante la década de 1990 en la reconciliación de Japón con sus vecinos: visitó China, Saipán, y otros territorios que fueron parte de la guerra, incluso en el mismo territorio japonés, como Okinawa. Teniendo como foco la paz, Akihito intentó hacer uso de todas las facultades que le permitía la constitución para fortalecer la identidad pacífica de Japón.

Con mucha probabilidad, Naruhito seguirá esa línea. Nacido durante la postguerra y, como historiador y el primer emperador universitario, además, su interpretación de la historia imperialista de Japón del siglo XX es muy clara y crítica. Estudió en Oxford, y sus tres años en Europa le dieron una conciencia de la realidad internacional mayor, y de las necesidades que otras regiones tienen. También es importante el rol de su compañera, la emperatriz Masako, quien es diplomática de profesión, y estudió en el extranjero al igual que Naruhito.

Según lo que ha planteado el mismo emperador, esta nueva era debiera robustecer lo concretado durante Heisei (1989-2019). En su discurso inaugural, enfatizó el papel que cumplieron sus padres, y posiciona esa labor como plataforma para continuar con su trabajo, esto es, seguir poniendo el acento en la paz, la memoria y la reconstrucción. Esto se condice fuertemente con sus declaraciones del año 2015, cuando aún era príncipe, en las que llamaba a mirar el pasado con humildad y transmitir la memoria correctamente, tras dichos revisionistas del primer ministro Shinzo Abe en el contexto del 70° aniversario del término de la guerra.

El Japón de la era Reiwa es un Japón en transformación, y se augura que continuará en ese camino. Hoy las necesidades del país son distintas y complejas; el país envejece y la población disminuye, lo que ha afectado directamente la economía, así como ha abierto el debate en torno a la recepción de migrantes. El país hoy es más diverso, y se está haciendo preguntas nuevas, como el lugar que ocupa la mujer en la sociedad, o el espacio que merecen las minorías.

En otro plano, Shinzo Abe ha puesto el acento los últimos años en discutir la revisión de la constitución de 1947, el famoso artículo 9°, y un posible rearme de Japón. Su argumento está entintado de muchos factores, como partidistas o ideológicos, sin embargo, es el contexto regional inmediato el que ha reforzado sus fundamentos, como el ascenso chino, las amenazas a la seguridad desde la península coreana, o la estabilidad en la relación con Estados Unidos y Rusia.

La reciente visita de Donald Trump a Japón, como primera visita de Estado del período Reiwa, aconteció en medio de las discusiones por las nuevas pruebas nucleares de Corea del Norte, y ha sido la primera oportunidad para anticipar cómo Abe y Naruhito se desenvolverán en esta nueva etapa, en que Japón busca reconocer y redefinir su lugar en el sistema internacional, y demostrar hasta dónde está dispuesto a llegar para mantener el status quo.

Isabel Cabaña Rojas

Doctoranda en Relaciones Internacionales, Universidad Ritsumeikan