La tónica de este año ha estado marcada por la sombra de la Guerra Comercial entre EE.UU y China. El último episodio tuvo lugar en la cumbre del G20 en Osaka, Japón a finales de junio. Grandes expectativas generan este tipo de instancias, pues posibilitan negociaciones de manera mucho más directa y en este sentido, los resultados pueden ser inmediatos.
Por fortuna para los mercados bursátiles de todo el mundo, Donald Trump y Xi Jinping acordaron una nueva tregua al conflicto. No obstante, esta vez sin fecha de término, lo que demuestra un proceso de aprendizaje de las partes. A pesar de lo positivo de dicho resultado, es fundamental no olvidar que el G20 es una institución conformada por las veinte economías más grandes del mundo, que tiene por objetivo la coordinación y solución de temas apremiantes para todo el globo desde una perspectiva multilateral, como el cambio climático o el ciberterrorismo.
En ese sentido, es lamentable que la ambiciosa agenda que el premier de Japón, Shinzo Abe estableció para el encuentro haya pasado a segundo plano respecto a las negociaciones comerciales entre EE. UU y China. El mundo necesita instancias multilaterales para la solución de problemas globales. Por desgracia, el anti-globalismo que ha tomado fuerza desde 2016 pareciera estar ganando cada vez más terreno. ¿Estaremos transitando a una era anti-global? ¿Es este el fin del multilateralismo? Es imposible tener una respuesta convincente a estas alturas, sin embargo, probablemente es una buena idea recordar los beneficios que las instituciones internacionales han traído al mundo en el período de postguerra.
