Junio de 2017 es una fecha altamente simbólica en el conflicto árabe-israelí. Se trata de un hito fundamental porque se conmemoran los 50 años de la Guerra de los Seis Días, tras la cual Israel conquistó importantes territorios a Egipto, Siria y Jordania y, en especial, Jerusalén Oriental, que hasta entonces pertenecía a Jordania. Con motivos de este aniversario se han acentuado algunas medidas de boicot en contra de Israel, las que también han afectado a Chile y han generado un nuevo clima de enfrentamiento entre las comunidades judía y palestina de este país.
En concreto, el 11 de junio la Comunidad Palestina de Chile publicó un inserto en El Mercurio, en donde se habla del “expansionismo colonial israelí” y se presentan cuatro mapas de Palestina/Israel correspondientes a los años 1946, 1947, 1967, 2017. Este inserto ha sido fuertemente rechazado por la Comunidad Judía de Chile, la que publicó otro aviso en donde llama a no importar a Chile este conflicto del Medio Oriente. Por su parte, el 15 de junio la Comunidad Judía presentó una denuncia judicial por insultos racistas y antisemitas en contra de un club de fútbol del Estadio Israelita, ocurrido en el Estadio Palestino.
Volviendo al boicot, el llamado BDS (Boycott, divestment and sanctions) es una campaña internacional de boicot y sanciones en contra de Israel por la ocupación de los territorios palestinos. Esta campaña comenzó en julio de 2005 siendo impulsada por unos cientos de palestinos que denunciaron la existencia de un “apartheid” para la población palestina. Desde entonces, el BDS ha ganado algunos adeptos en todo el mundo, aunque algunos gobiernos, especialmente de América del Norte y Europa lo han rechazado enfáticamente. Como parte de este boicot existe una política que busca boicotear a los académicos y universidades israelíes.
Los que están de acuerdo con esta práctica señalan que las instituciones académicas israelíes están implicadas en la perpetuación de la ocupación israelí. Aquellos que se oponen explican que los partidarios del boicot aplican diferentes estándares para Israel y otros países y que el boicot resulta contraproducente y retrógrado, puesto que representa un castigo a toda la comunidad académica israelí, donde se concentran los niveles más críticos hacia la actual política israelí.
Tal como lo señalara el profesor David Altman, de la Universidad Católica, en una carta escrita el 30 de abril de 2016, con motivo de un boicot impulsado por parte del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile, hay varias razones para estar en contra de este boicot, algunas de las cuales se reproducen en esta columna de manera textual.
Las políticas nacionalistas y contrarias a la paz implementadas por el gobierno de Israel, a lo que se suma una radicalización del movimiento palestino, no hacen cómplices al conjunto del mundo israelí ni del mundo judío de estas políticas. Por el contrario, tanto al interior de Israel como en el judaísmo de la diáspora, existen múltiples voces que proclaman su oposición al gobierno de Israel, partiendo por las propios editoriales y columnas del prestigioso periódico israelí Haaretz, que de manera periódica se refieren a los “50 años de la ocupación” y critican de manera frontal la “democracia israelí” cuestionando incluso si esta es o no una democracia.
Una cosa es rechazar al gobierno israelí por la construcción y expansión de asentamientos judíos y la persistente ocupación de territorios palestinos, lo que está llevando a este pueblo a una situación creciente de exclusión y segregación social, política y económica; pero otra cosa muy diferente es desconocer los aportes culturales, tecnológicos, agrícolas y de investigación médica que provienen del Estado de Israel. Una cosa es boicotear las políticas del gobierno israelí por ser contrarias a la paz y al reconocimiento de dos Estados, algo compartido por el movimiento Hamas, que busca la destrucción del Estado de Israel; otra cosa muy distinta es boicotear la cultura y las universidades israelíes, las que hacen una contribución sustancial a toda la humanidad, incluyendo a América Latina y Chile. En definitiva, el BDS a las universidades israelíes resulta absurdo y sinsentido.
Docente de la Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo.
Doctor en Estudios Americanos en la Mención Relaciones Internacionales,
Universidad de Santiago de Chile.
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