A invitación de Chile, los 12 países que firmaron el TPP, más China, Corea del Sur y Colombia, se reunieron el pasado 14 de marzo en Viña del Mar para dialogar y pensar cómo continuar integrándose tras el fracaso del Acuerdo Transpacífico o TPP (por sus siglas en inglés). Tres cosas nos proponemos analizar en esta columna: 1) describir algunos antecedentes generales que afectaron el éxito del TPP; 2) algunos resultados visibles de la reunión; 3) y comprender la acción de algunos grupos de la sociedad civil respecto al TPP en general y en específico hacia el encuentro ministerial.
Un acuerdo que no llegó a puerto
El TPP fue, y continúa siendo, un acuerdo ampliamente debatido al interior de las sociedades de sus países miembros. Se buscaba crear un mega-acuerdo comercial histórico, el más grande que existiera entre 12 países de ambos lados del Pacífico, que creara lo que serían las nuevas reglas del comercio internacional para el siglo 21. Se quiso comenzar a regular sobre nuevos temas del comercio internacional, como propiedad intelectual y, sin una organización que ampliara los espacios de diálogo sobre ellos. El resultado, entre otras cosas, es que fue un acuerdo ampliamente resistido por organizaciones de la sociedad civil, el mundo académico y más tarde por algunos sectores del mundo político.
Junto a lo anterior, fue un acuerdo que buscó negociar en áreas económicas sensibles para algunos países. Ello condujo a que desde sus comienzos el acuerdo no avanzara con la rapidez que querían sus negociadores. De esta manera el TPP siempre tuvo dificultades para concretarse, incluso una vez que logró firmarse, debido a que los principales candidatos a la presidencia de EE.UU se opusieron al acuerdo. Y esto no era un asunto menor, ya que la ratificación en EE.UU, junto a la de Japón, era decisiva para la concreción del acuerdo.
Pese a esas dificultades, en el momento en que el actual mandatario norteamericano, Donald Trump, retiró a EE.UU. del acuerdo, para muchos gobiernos fue una noticia que no esperaban afrontar. Se había invertido mucho tiempo, recursos económicos y capital político –por ser un acuerdo poco popular- para que simplemente quedara en la historia. Todo el escenario anterior es importante tenerlo presente para comprender la reunión que se realizó en Viña del Mar para analizar el futuro del TPP.
Buscando alternativas
Al triunfar Trump en noviembre de 2016, aún era posible leer declaraciones de los países firmantes de que el nuevo presidente podría cambiar de opinión o que se continuaría sin EE.UU –en otro formato. Así por ejemplo, en el encuentro que tuvieron los primeros ministros de Australia, Malcolm Turnbull, y de Japón, Shinzo Abe, en enero de 2017 en Sídney, concordaron continuar con la ratificación del acuerdo. Por parte de Chile, se podía leer al canciller Heraldo Muñoz haciendo declaraciones de que Chile continuaría avanzando para concretar el acuerdo –no habiéndose enviado aún para la aprobación en al Congreso-. Y en ese período, el Congreso Neozelandés aprobaba la legislación, por muy pocos votos a favor, para ratificar el acuerdo comercial que Japón ya había ratificado. El ánimo era continuar, tal vez presionar para que EE.UU no se saliera del acuerdo.
Sin embargo Trump retiró a EE.UU. del TPP y comenzaron a aparecer diversas voces desde los países firmantes sobre las alternativas a seguir. Ese mismo día el canciller chileno declaraba que “el proyecto en Chile se cancelaba” (insistimos, sin nunca haberse mandado a discusión parlamentaria), y que “el TPP tal cual lo conocíamos ya no está sobre la mesa”. Eso sí, el ánimo del gobierno chileno y de los restantes 10 países firmantes, era comenzar a evaluar las diversas opciones a seguir y no perder lo ya negociado. En lo concreto, las alternativas que fueron apareciendo fueron la posibilidad de renegociar el acuerdo entre ellos, abriendolo o no a nuevos miembros, o comenzar negociaciones bilaterales entre ellos (lo que no convendría a Chile ya que es el único país con acuerdo de libre comercio con los restantes miembros).
En su calidad de Presidente Pro-Tempore de la Alianza del Pacífico (AP), la cancillería chilena extendió invitaciones a los cancilleres, ministros de comercio y altas autoridades de los países miembros del TPP, más Colombia, China y Corea del Sur para reunirse en Chile. El encuentro, que se llamó “Diálogo de Alto Nivel en Iniciativas de Integración en el Asia Pacífico: Desafíos y Oportunidades”, tuvo como objetivo comenzar a evaluar esas diferentes alternativas. No obstante las altas expectativas del encuentro, la declaración final no entregó luces concretas sobre qué nuevos rumbos se tomaría. Los países volvieron a reiterar lo que en la pasada cumbre de APEC, en Lima, ya habían declarado al ya conocerse que Trump había sido electo presidente: su compromiso por la mayor integración comercial y el apoyo al libre flujo de servicios, inversiones y productos del comercio mundial.
Si bien no hubo una “resucitación” del TPP ni tampoco un nuevo acuerdo con otra sigla, se podría señalar como éxito algo más abstracto pero no menos importante: el compartir una visión política sobre el comercio internacional y cómo continuar su integración económico y comercial. Y es que el TPP, como bien apuntan Richard Higgott y Richard Stubbs en su columna “The Trans-Pacific Partnership: For, Against and Prospects”, ha sido desde sus inicios un acuerdo altamente polémico. En este sentido, estar a favor o en contra es también asumir ciertas posturas políticas e ideológicas. Por lo tanto esa “señal política” de la cual habló el canciller tras la reunión, es la que en un futuro no muy lejano es probable que vuelva a materializar nuevos acuerdos. Por lo demás, los mismos países ya acordaron reunirse para continuar pensando alternativas a comienzos de mayo en Canadá y luego en la próxima cumbre de APEC en Vietnam.
Pero hubo dos asuntos más concretos que de reunión que pueden destacarse. El primero es con la nueva figura que ha creado la AP de “Estado Asociado”. Con esto, los países observadores de ese acuerdo, que hoy son 49 países, y sobre todo los países miembros del TPP, podrían firmar acuerdos de libre comercio con la AP. En este sentido se observa una doble ganancia para los países de la AP, el ir concretando su vocación de integración económica al Asia y aprovechar lo ya negociado en el TPP. En segundo lugar, y entre las alternativas que siempre han sido pensadas, avanzar hacia un TPP sin EE.UU. Quienes en las últimas semanas han liderado esa iniciativa son Australia y Japón, aunque sobre todo éste último. Las credenciales que harían de Japón un líder natural, serían que no sólo es la economía más importante del TPP sin considerar a EE.UU. y de la cual mucho países se beneficiarían (para Chile la mayor apertura del mercado japonés era uno de los aspectos más beneficiosos del acuerdo), sino que Japón ya tiene el respaldo político para liderar ese proceso al haber sido el único país en que el tratado fue ratificado.
Un acuerdo impugnado
Pese a que no es lo que apareció en los principales medios de comunicación de los países que pertenecían al TPP, éste siempre fue un acuerdo comercial ampliamente cuestionado desde diversos sectores -un estudio empírico interesante para el caso de Canadá es “Media and neoliberal hegemony: Canadian newspaper coverage of the Trans-Pacific Partnership agreement”.
En términos generales, dos han sido las principales críticas. La primera es de forma, en que se ha cuestionado el secretismo y la falta de transparencia de las negociaciones, así como la falta de participación ciudadana y política –Chile fue el único país en abrir un espacio de diálogo al iniciarse el mandato de Michelle Bachelet. La segunda ha sido más de fondo respecto a ciertos contenidos del acuerdo, criticándosele como un acuerdo que podría traer más problemas que beneficios. Entre estos, afectar el precio de medicamentos genéricos –beneficiando así a empresas farmacéuticas- y a la soberanía de los países –dándole la posibilidad a las empresas transnacionales de demandar a los Estados en tribunales internacionales.
Es por lo anterior, que más de 200 organizaciones sociales de todos los países participantes del TPP extendieron una carta formal a los ministros y autoridades que viajaron a Chile para solicitarles que el contenido del TPP no vuelva a ser reproducido. En otras palabras, que el TPP no sea usado como un modelo para futuras negociaciones, sean éstas multilaterales o bilaterales. Más que una crítica al comercio entre los países y a mejorar las posibilidades del intercambio económico, apuntaba a los aspectos más sensibles ya señalados. Sin embargo no hay ninguna evidencia que esta petición haya tenido algún impacto.
Es interesante tener en cuenta esta crítica amplia y sostenida que ha sido paralela a la creación del TPP. No sólo cuestiona la posibilidad de que un acuerdo puede ser mejorado o que existen aspectos abiertamente negativos, como la posibilidad de que un Estado pueda ser demandado por una empresa extranjera. Plantea también, que este tipo de acuerdos que terminarán afectando áreas más extensas que la del comercio, puede tener espacios más abiertos de participación. Introduce en el debate un cuestionamiento al hecho de que el único actor de la diplomacia y acuerdos internacionales entre países sean los Estados –muchas veces junto a corporaciones transnacionales. En último término, pone de manifiesto que una mayor participación no sólo es necesaria y genuina, sino que también conveniente para los mismos propósitos del acuerdo, al más tarde tener que ser ratificados. A este respecto basta señalar dos ejemplos: Barack Obama no mandó el TPP al congreso norteamericano principalmente porque no tenía los votos para su ratificación, y los principales candidatos presidenciales norteamericanos se opusieron al TPP, entre otras cosas, por la abierta oposición ciudadana al interior de EE.UU.
Investigador Colaborador CERI
Doctorando, Universidad de Sidney, Australia
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