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Escaso y cada vez más incontrolable – Cambio21

Sumando y restando y tomando en consideración que en las primarias presidenciales efectuadas el pasado 2 de julio no estuvo presente la Nueva Mayoría, que es el conglomerado más grande del país, todos los números fueron favorables para Chile Vamos y el Frente Amplio.

En la derecha mejoraron la puntería si se compara la interna del sector en 2013 (808.002 personas cuando se midieron Pablo Longueira y Andrés Allamand) con el proceso de este año (1.414.363 sufragios en la competencia que enfrentó a Sebastián Piñera, Manuel José Ossandón y Felipe Kast).

A su vez, en el bloque alternativo de izquierda sumaron 325.199 papeletas, poco si se contempla la alta expectativa que generó mediáticamente este movimiento, pero mucho en el análisis de un grupo de colectivos que apenas tiene seis meses de vida y que aún no logra instalarse cabalmente en las quince regiones del país.

En ambos casos la parte llorada de la película dice relación con un nicho electoral que concurre a las urnas cada vez en menor cantidad y que al parecer está dispuesto a seguir ausentándose de las grandes decisiones políticas del país: el voto popular.

Algunos indicadores: entre las comunas del nuevo distrito 8 (Colina, Lampa, Tiltil, Quilicura, Pudahuel, Estación Central, Cerrillos y Maipú) apenas se totalizaron 124.328 papeletas. Lo mismo sucedió en Conchalí, Renca, Huechuraba, Cerro Navia, Quinta Normal, Lo Prado, Recoleta e Independencia (distrito 9), donde asistieron 88.376 ciudadanos.

Por otro lado, Macul, San Joaquín y La Granja se anexaron a Ñuñoa y Providencia (distrito 10), pero solamente aportaron 36.705 personas a la causa. Igual Peñalolén con sus 26.887 unidades y toda la zona donde Ossandón marcó diferencias: 74.382 en el distrito 12 de La Florida, Puente Alto, Pirque, San José de Maipo y La Pintana.

Dato relevante: de acuerdo con el Servel, solo en Puente Alto los habilitados para votar eran 362.359.

«Incentivar el odio»

La causa general de tanto ausentismo parece ser obvia: rechazo hacia la política en todas sus formas y maneras. El segundo cedazo es electoral: el sistema de voto voluntario genera que solo las personas de los sectores medios y altos se interesen en ir a votar. El tercero es sociológico y un poco más profundo: el concepto de clase.

Así lo explica el decano de la facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, Eugenio Guzmán: «lo popular hay que matizarlo, porque también estamos hablando de comunas de capa media emergente, que igualmente tienen ciertos grados de vulnerabilidad».

«El problema de esos sectores es que sus intereses materiales de clase, si es que los hay, están muy vinculados a un estado más clientelista. Por lo tanto, la oferta que ellos visualicen puede ser más o menos atractiva. El tema es que hasta el momento no ha habido ofertas, simplemente se busca exacerbar la rabia. Si Ossandón y Sánchez lograron eco no es por los ofertones coherentes con sus intereses materiales de clase, sino que por exagerar el sentimiento de rabia que dice que ‘alguien les está quitando su parte a usted—, dijo a Cambio21.

«La gratuidad fue un ofertón y la salud está dando botes. La gran pregunta es si la clase política buscará incentivar el odio para buscar votos. La verdad, no lo sé», agregó.

Trasladado a la calle, el diputado DC Pablo Lorenzini simplifica la inquietud ciudadana a lo que pase en el día a día.

«Lo gente está en lo suyo, quiere ver al parlamentario cerca y en lo cotidiano más que en los grandes discursos o reformas. ‘Por qué no se la juega con una canchita pa’l barrio, con la sede social o con la Cefam’, me dicen. Qué hago yo, me tengo que tomar unos cafés con los ministros para ver con quién tengo que hablar y así tratar de mover el asunto», nos comentó.

«Es curioso lo que pase con el voto popular», acota el vicepresidente de Amplitud, Mario Villalobos, para luego añadir que «por un lado, el Frente Amplio, que se supone de izquierda, capta el electorado más bien de elite, y por el otro, tanto Piñera como Ossandón se acercaron más a los sectores más pobres de Santiago y de regiones».

«Lo que pasa es que la gente responde a estímulos y señales. Por ejemplo, el escándalo del Sename (informe de la comisión investigadora que fue rechazado en el Congreso). Qué observa el electorado, que después de un año de trabajo se tira a la basura todo lo alusivo a los niños por motivos políticos. Eso aumenta los niveles de desconfianza. Igual creo que no todo está perdido», expresó a este medio.

Flojera y comodidad

El cuarto elemento relaciona la conexión que debe existir entre la política y lo mundano, vínculo que puede declararse como muerto o herido de gravedad, toda vez que el simple hijo de vecino, en vez de acudir al parlamentario, al alcalde o al concejal o los partidos que representan, termina llenando ese vacío en otros estamentos.

Según los académicos Juan Pablo Luna y Sergio Toro, «son las iglesias evangélicas y las bandas criminales que proveen mayores ingresos que la economía formal» los que pasan a convertirse en los principales referentes de apoyo.

«En un contexto en que ningún partido posee una penetración territorial en zonas populares, la baja participación electoral termina funcionando como un seguro para elites políticas, viejas y nuevas, frente al descontento y la desconexión ciudadana: si no votan, no importan. El descontento sigue ahí, latiendo, pero desarticulado. Tal vez surja alguien que pueda canalizarlo, pero más probablemente quienes definan la próxima elección sean una minoría de aquellos con derecho a voto», argumentaron en Ciper.

De acuerdo con Irma S olís, dirigen-ta social de Maipú, el factor narcotráfico «pesa harto en lo social, pero no influye en el resto de los vecinos y votantes. Más afectó el voto voluntario. La gente es floja, no vota y quiere todo gratis y le gustan los candidatos mediáticos, como pasó con Cathy Barriga».

«El drama es que existe mucha ignorancia. La gente ni siquiera ve la franja política. Es como los niños que van a protestar a las marchas, pero que no tenían idea a qué iban. No conocen el trasfondo, no saben cuántos concejales tenemos y para qué se hacen las primarias. No les importa. Tienen otro tipo de ganancias. No trabajan, pero siempre tienen plata, porque sacan de otro lado, y no les da miedo que Piñera diga que va a luchar contra la delincuencia», destacó para esta crónica.

Mario Cortés, dirigente social de Lo Prado, se refiere al fenómeno de la religión en las poblaciones. En su opinión, «los templos evangélicos tienen a personas que están un tiempo aprendiendo la palabra y desarrollando los dones y lo único que quieren es ser pastores e iniciar. Así se dividen y se multiplican en la calles y empiezan a reclutar gente».

«Antes los políticos tenían fuerza a través de las juntas de vecinos y su organización y respaldo en la municipalidad. Y cuando eran elegidos como dirigentes, si tenían alguna necesidad o conflicto de barrio, ellos acudían directamente al alcalde o sus cercanos y el problema se solucionaba. Eran como ‘comités de proayuda comunales’. Todos llegaban a los funerales si alguien se moría y le hacían un reconocimiento a la familia. Qué pasó, los alcaldes y quienes lograban llegar a algún cargo importante se encerraron en sí mismos, se pusieron egoístas y miraron para el lado», nos explicó.

«Clima electoral»

Así como va la cosa, los índices de participación seguirán en la parte baja de la tabla. Irma Solís, que además es profesora de Estado, pide clases de educación cívica en los colegios, por cierto, ya pensando en las nuevas generaciones.

Mario Cortés, que es pyme, cree por su parte que hay que potenciar las organizaciones sociales, los clubes deportivos y la promoción popular, modelo que implantó Frei Montalva en los años 60. Imilsa Contreras, abuelita que se hiciera conocida por sus protestas en contra de las AFP en Concepción, exige «gente nueva y con manos limpias para limpiar el país, porque los que hoy están al mando tienen a la gente en la ignorancia».

Como si fuera tan fácil, aunque el experto electoral Pablo Lira recalca que «el tema de las pensiones ya fue recogido por los candidatos en las primarias y debería marcar el proceso electoral presidencial que termina en noviembre, lo que impactaría en los sectores populares y medios».

Descartando la impopular propuesta de volver al voto obligatorio, el analista de la Universidad Central, Marco Moreno, cree que «es posible disminuir los efectos del sesgo de clase que tiene el modo voluntario».

«Hay que acercar los locales de votación, potenciar el voto por correo o el voto anticipado y que el transporte público sea gratuito en los días de elecciones. En suma, generar las condiciones para eliminar la asimetría que existe hoy entre quienes votan en los sectores altos y lo que no lo hacen en los grupos bajos», enfatizó.

Derivado de lo anterior, el cientista político Patricio Gajardo apela al «clima electoral» que dejó de existir con la puesta en marcha de la nueva ley de partidos.

«Se sabe que las primarias son procesos más complejos, dado que votan los grupos con mayor grado de información. Pero como casi no había palomas o letreros de los candidatos, la gente no se dio por enterada. Hasta se dio una paradoja en el distrito de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, donde se efectuó una primaria parlamentaria del Frente Amplio: la gente no tenía idea qué hacer con la segunda papeleta y no sabía a quién elegir», ejemplificó.

La gran conclusión no consiste en contar chistes sobre cómo llamar a hacer asados y dormir cuando la idea es ir a las urnas en día de elecciones. La meta es entender, como lo resumió el exministro Genaro Arriagada, que si solo los segmentos socioeconómicos acomodados terminan yendo a votar la democracia terminará siendo funcional solo para unos pocos y no mirando al pueblo, que al final del día es la base de toda la discusión en la arena pública.

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