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Juan Eduardo Vargas: Enseñanza de Filosofía- La Tercera

Señor director:

Una pregunta recurrente a la que me he visto enfrentado es para qué sirve la filosofía o cuál es su valor práctico. Mi respuesta siempre ha sido más o menos la misma: la filosofía es un fin en sí mismo (genera un gozo el mero hecho de estudiarla) y ello debiera bastar para justificar su existencia, pero adicionalmente tiene un valor difícil de cuantificar como medio para la consecución de preciosos fines.

No sólo permite desarrollar las habilidades lógicas, de redacción y de razonamiento crítico; también permite ahondar en las profundidades del ser y acercarnos al conocimiento de las verdades más profundas que sustentan nuestra existencia, facilitando una mejor comprensión de nosotros en el mundo.

La filosofía también facilita el diálogo y fomenta la tolerancia y el respeto mutuos, al mostrarnos que las diferentes corrientes aportan, cada una, a la búsqueda de la verdad (aunque en diferente medida). El estudio de los principales filósofos permite apreciar la complejidad de nuestra realidad junto con entregarnos una visión más holística de la misma, haciéndonos ver lo difíciles que son -por no decir imposibles- las soluciones extremadamente simples a problemas humanos. La filosofía también nos hace más humildes respecto de nuestra propia capacidad de conocer, al mostrarnos las profundas y geniales reflexiones que realizaron siglos antes que nosotros los grandes filósofos que nos han precedido.

En resumen, podríamos decir que la filosofía -y por extensión,  las humanidades- juega un rol preponderante en la construcción de una sociedad mejor.

Martha Nussbaum lo resume magistralmente en su libro Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades, cuando afirma: “Si no insistimos en la importancia fundamental de las artes y las humanidades, éstas desaparecerán, porque no sirven para ganar dinero. Sólo sirven para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena vivir, con personas capaces de ver a los otros seres humanos como entidades en sí mismas, merecedoras de respeto y empatía, que tienen sus propios pensamientos y sentimientos, y también con naciones capaces de superar el miedo y la desconfianza en pro de un debate signado por la razón y la compasión”.

Juan Eduardo Vargas Duhart

Master of Arts en Filosofía

Vicerrector de Pregrado UDD

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