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Yihadismo después del retroceso

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La guerra civil en Siria ha entrado y salido de la agenda mediática de acuerdo a la contingencia. En base a los datos entregados por Google Trends para los últimos 5 años esto es muy manifiesto, teniendo momentos de enorme atención, en particular después de eventos como los de ataques químicos en Khan Seikhoun o en Douma; o bien como consecuencia del fenómeno migratorio hacia Europa. Hoy nos encontramos en un momento de baja visibilidad, pero con multiplicidad de eventos en terreno que podrían alterar el desarrollo de la guerra civil y de la realidad regional en el mediano plazo. El objetivo de este texto es analizar la realidad del yihadismo en Siria y los contornos que éste ha comenzado a desarrollar, especialmente después del retroceso del Estado Islámico a partir de las derrotas ocurridas en octubre de 2016 y en noviembre de 2017.

Un primer aspecto que siempre cabe tener en consideración es que el término ‘yihadismo’ no alude a una realidad homogénea. Esto no sólo porque hay lecturas divergentes de los fundamentos teológicos de un movimiento u organización en base a su diferenciación sectaria (sunismo-chiísmo por ejemplo), sino porque los intereses políticos y las disputas internas son proclives a generar fragmentaciones y animadversión incluso entre quienes teóricamente coinciden con un modelo explicativo de la realidad. El mismo surgimiento del Estado Islámico obedece a esta lógica, ya que la ruptura se provoca al momento en que Al Qaeda decide ampliar su zona de operaciones a Siria, levantando un grupo subsidiario (el Frente de Al-Nusrah) que termina generando una mutación de la franquicia iraquí de Al Qaeda, pasando entonces a denominarse Estado Islámico. Acá, las equivalencias en torno a sus sustentos teológicos son idénticas, pero el Estado Islámico de hecho lucha y combate contra los representantes de Al Qaeda.

Esta situación de fragmentación desde el interior mismo del yihadismo, ha traído como resultado una complejización muy sustantiva del conflicto en Siria, en tanto no sólo cabe evaluar la situación en base a la consideración de dimensiones fundadas en poder político (actores estatales internacionales, actores estatales regionales, actores no estatales), sino que presupone observar el comportamiento futuro de toda una serie de organizaciones que podrían caer bajo ese rótulo pero que, hoy en día, se encuentran debilitadas productos de las campañas aéreas norteamericanas y rusas, las que, paradójicamente, tienen al yihadismo como objetivo común.

Por el lado de Al Qaeda es importante entender dos cosas. La primera es que, casi desde los inicios de la guerra civil, Al Qaeda entiende que la guerra comunicacional es casi tan importante como la guerra en terreno. De hecho, una de las razones del quiebre con su franquicia en Irak aludían a las tácticas de esta última y a la brutalidad que manifestaban contra aquellos que no adherían de inmediato a las reglamentaciones ultra ortodoxas de la vida diaria en Siria, en particular para aquellas zonas que controlaban. Ayman Al Zawahiri, el líder egipcio que reemplaza a Bin Laden, manifiesta que el combate es de largo aliento y que, sin el apoyo genuino de la población, difícilmente podrán contar con sustento para conformar un califato.

Es quizá por esta razón que Al Qaeda no hace mayores aspavientos de la reaorientación que toma el grupo que subsistía bajo su alero: Jabhat al-Nusrah (Frente de al-Nusrah). En marzo de 2016, esta organización decide cambiar su nombre alejándose de su asociación con Al Qaeda re-denominándose Jabhat Fateh al-Sham o Frente de la Victoria para el Pueblo de Gran Siria. La discusión posterior manifestó suspicacia en torno a si esta reorientación involucraba romper con la bayat (o juramento de lealtad) que el líder de Al-Nusrah había hecho con Al Zawahiri, o si esto representaba un cambio cosmético para explorar otras estrategias en Siria.

Lo cierto es que 10 meses después de este cambio de nombre, se anunciaba la conformación de una organización paraguas (Hay’at Tahrir al-Sham u Organización para la Liberación del Levante) producto de la unión entre Jabhat Fateh al-Sham y toda otra serie de organizaciones menores (y no tan menores), entre las que estaban el Frente Ansar al-Din, Liwa al-Haqq, el Movimiento Nour al-Din al Zenki y otros; además de deserciones masivas provenientes de otra organización yihadista importante como Ahrar al-Sham. El consenso parece ser que esta nueva organización, conocida por las siglas HTS, mantiene vínculos profundos con Al Qaeda y, de hecho, seguiría alguna de sus directrices. Algunos comentaristas dicen que HTS es simplemente otro nombre para ‘Al Qaeda en Siria’.

La zona de operaciones de HTS se encuentra en los alrededores de la gobernación de Homs, y también en zonas cercanas a Idlib donde, en general, el enfrentamiento ha sido contra organizaciones seculares anti-gubernamentales como el Frente de Liberación Siria; y también en los territorios adyacentes a Daraa, en el suroeste del país. Sin embargo, la naturaleza de la existencia de HTS es menos evidente y explícita que grupos como ISIS. Esto porque, si se asume como cierta la relación con Al Qaeda, ésta se encuentra deliberadamente en una etapa de retroceso estratégico y de construcción. El objetivo no es obtener la ventaja militar, sino tener espacio para crecer de forma clandestina en territorio poco proclive a su presencia. Esa es la razón por la que, durante el último año, se ha conocido del resurgimiento de franquicias asociadas a Al Qaeda en el Magreb africano, Afganistán, Argelia e Irak. Esto permite aventurar que Al Qaeda se encontrará en condiciones de realizar operaciones internacionales el 2019.

El caso del Estado Islámico es distinto. De acuerdo a información de Estados Unidos, entre Junio de 2014 (el momento de mayor auge de ISIS cuando capturan Mosul), hasta hoy, han muerto entre 50.000 y 60.000 de sus combatientes, y ha perdido el control del 78% del territorio que gobernaba. Hoy el Estado Islámico tiene presencia en algunos bolsones territoriales en Siria cercanos a la frontera con Irak, al sur de poblados como Umm Adh Dhiban, zona controlada de facto por las fuerzas kurdas del YPG, y al oeste de Daraa, zona que amalgama presencia múltiple y competitiva, no sólo del HTS como ya mencionamos, sino también del propio régimen y de fuerzas asociadas al Ejército Libre de Siria.

En este contexto, la estrategia de ISIS ha sido dual. Habiendo perdido la gran mayoría del territorio que había controlado en Siria e Irak (en algún momento, 10 millones de personas vivieron bajo gobierno de ISIS), la organización también se ha volcado a construir franquicias más allá de Medio Oriente en países como Somalia, Egipto y Mali. El sentido es por un lado teológico (la construcción de un califato en territorios musulmanes), pero también similar al de Al Qaeda, con una diferencia: y es que la estrategia de construcción no implica destruir la institucionalidad establecida, sino competir por ella de forma paralela (razón por la cual muchos asemejan la estrategia del Estado Islámico a aquella usada por los nazis en la Alemania de la República de Weimar).

Por otro lado, ISIS advierte que la resistencia en zonas de control tiene punto de término. Tarde o temprano el gobierno de al Assad, coincidentemente apoyado en este punto por Estados Unidos, recuperarán los territorios que el estado islámico gobernó. Algo similar ocurrirá en Irak. Hay coincidencia entre este retroceso y los atentados suicidas que la organización ha cometido, en tanto es una forma de mantener cierto grado de protagonismo. Sin embargo, es interesante notar que las publicaciones digitales del estado islámico no han modificado la narrativa, manteniendo el énfasis en la construcción física del califato, el sacrificio y el combate permanente. Mientras Al Qaeda retrocede para ganar tiempo y, eventualmente, volver a surgir, ISIS quiere mantener la presión. En base a los balances del poder militar, la presión no será exitosa y terminarán siendo expulsados. Pero el fervor que intentan transmitir posiblemente tenga resonancia, lo que implique que ISIS replicará la táctica ocupada por su iteración anterior (AQI) en Irak después de 2006, desplegándose en poblados de baja densidad, intentando establecer alianzas implícitas con tribus del desierto, y sondeando la situación de posguerra para aprovechar los vacíos y fracturas que ciertamente ocurrirán.

La perspectiva, por ende, es una que asemeja al pasado iraquí post-ocupación y antes del llamado surge (incremento sustantivo de tropas norteamericanas) hacia 2007. Salvo que ahora tenemos como mínimo dos organizaciones, cada una con diversas franquicias y diciéndose representantes del yihadismo global. Si la lucha intestina interna se resuelve, enfrentaríamos un escenario de potencial unificación que transformaría por completo el futuro del terrorismo global.

Guido Larson

Coordinador General del Instituto de Humanidades, UDD.
Magíster en Ciencia Política Mención Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Católica de Chile