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Siria y los intereses de las potencias globales y regionales

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El 14 de abril de 2018 Estados Unidos, junto a Francia y Gran Bretaña, lanzaron un ataque militar en contra de Siria, en represalia por el ataque químico de una semana antes, atribuido por Occidente a las fuerzas del presidente sirio, Basar el Assad. Las tres potencias proclamaron objetivos humanitarios al llevar a cabo esta intervención: el uso de armas químicas contra la población civil es injustificable. Sin embargo, se pueden suponer intereses estratégicos de más largo alcance en esta operación militar.

En primer lugar, esta acción se da en un contexto de creciente enfriamiento en las relaciones entre Occidente y Rusia, que tiene un punto de partida importante en 2014 con la anexión rusa de Crimea. A las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, al enfrentamiento por el tema ucraniano, a la creciente carrera armamentista, se suma un episodio particular que cobra trascendencia en el mes de marzo de 2018.

El ex espía ruso, Sergei Skripal, perteneciente al servicio de inteligencia militar ruso, y su hija Yulia fueron encontrados inconscientes en un centro comercial de Salisbury, en el sur de Inglaterra. El gobierno británico culpó a Rusia de este atentado y sostuvo que se utilizó un agente químico de tipo neurotóxico, lo que es considerado como el primer empleo ofensivo de un químico de esta naturaleza en Europa desde la II Guerra Mundial. Como resultado, la primera ministra británica, Theresa May, ordenó la expulsión de 23 diplomáticos rusos. En días posteriores, el 26 de marzo de 2018, en una medida conjunta, los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Australia y varios países europeos decidieron la expulsión de otros 116 diplomáticos rusos, muchos de ellos acusados de espionaje. En respuesta, Moscú expulsó a 160 diplomáticos occidentales.

Por consiguiente, la operación militar del 14 de abril no debe olvidar el contexto de nueva guerra fría que caracteriza el escenario internacional. Resulta llamativo que en ambos casos, el del ataque contra Siria y el de la ofensiva diplomática occidental en contra de Moscú, el trasfondo es el uso de agentes químicos. En el caso de la operación de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña contra Siria, esta parece ser una advertencia a Moscú por su firme apoyo al gobierno de Assad y, al mismo tiempo, un aviso a Irán, que ha dado un firme sostén a Damasco.

Esto nos lleva a preguntarnos acerca de cuáles son los principales intereses estratégicos de las grandes potencias en Siria. En el caso de Rusia, esta hereda la alianza política y militar que mantenía la Unión Soviética, que consideraba a Damasco como uno de los grandes aliados en el contexto de la guerra fría. Actualmente, Moscú es el principal proveedor de armas del gobierno sirio y tiene una instalación naval en el puerto de Tartus, lo que le da acceso directo al Mediterráneo. Para Estados Unidos, por su parte, Siria tiene una trascendencia fundamental en el sentido de contener una mayor presencia de Rusia en la región, así como hacer frente al terrorismo que todavía representa un debilitado Estado Islámico. En cuanto a Francia y Gran Bretaña, es de sumo interés terminar con el conflicto sirio, como una forma de frenar el masivo éxodo de refugiados sirios que llega a Europa, sin desconocer los intereses coloniales o postcoloniales que estas potencias todavía pueden mantener en el Medio Oriente.

En cuanto a las potencias regionales del Medio Oriente, hay que considerar al menos a Irán, Arabia Saudita, Turquía e Israel. Para Irán, Siria constituye un aliado clave, puesto que su régimen comparte con el país persa la vertiente chiita del islam, y ambos apoyan al movimiento chiita Hezbollah, actor clave para combatir a Israel. Arabia Saudita, fuerte rival de Irán, se ha opuesto al régimen de Assad y considera que combatiendo este régimen puede aminorar la influencia iraní en Siria, algo que también hace en Yemen y en Irak, en contra de las respectivas fuerzas chiitas. Turquía, miembro de la OTAN, ha buscado luchar en contra del gobierno de Assad y, al mismo tiempo, apoyar a los rebeldes kurdos sirios, mientras también combate a los kurdos turcos. Para Israel, resulta fundamental combatir al régimen de Assad, puesto que este es aliado de Irán y del movimiento Hezbollah, por lo cual ha apoyado las acciones occidentales para desestabilizar a este régimen. El territorio sirio puede convertirse en un campo de batalla entre Israel e Irán. Como ejemplo, el 9 de abril de 2018, tras el derribo de un avión F-16 israelí, las fuerzas israelíes atacaron el aeródromo de Tiyas en Siria, apoyado por Irán.

En definitiva, la guerra civil en Siria, que comienza en 2011, junto con producir la crisis migratoria más importante tras la II Guerra Mundial, es un espacio que nos ejemplifica los intereses en juego de las diferentes potencias globales y regionales en un contexto de nueva guerra fría.

Isaac Caro

Docente de la Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo.
Doctor en Estudios Americanos en la Mención Relaciones Internacionales,
Universidad de Santiago de Chile.