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Arte Chino en la Región del Biobío; Un recorrido del siglo XIX al XXI

En un mirador desde donde se divisa la desembocadura del majestuoso río Biobío, en la casa-museo de Pedro Del Río Zañartu (1840-1918) se conserva una de las colecciones de arte asiático más importante de nuestro país, 350 piezas de patrimonio histórico, en su mayoría piezas adquiridas a fines del siglo XIX, cuya exhibición permanente abierta al público desde 1938, lo hace pionero en la materia en Chile.

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El Parque y Museo Pedro Del Río Zañartu, conocido también como “Museo Hualpén”, ubicado entre Concepción y Talcahuano, tiene piezas que llaman la atención del visitante y que dejan una huella que atraviesa generaciones, como la momia egipcia, la armadura samurai, arte de Europa, África, Oceanía y una valiosa colección de arte precolombino y pueblos originarios de América.

En el marco de la instauración de la Red Biobío-China (una red de cooperación del sector público, privado y académico que propicia el intercambio cultural de la región con China), se realizó en el CEDAP (Centro de Estudios y Desarrollo de Asia Pacífico de la UCSC) una investigación que pone en valor la colección china del museo, en un hermoso catálogo trilingue que destaca veinte piezas seleccionadas por su valor histórico, cultural y estético. Cada una de las piezas introduce diversos aspectos de la historia y cultura china.

                Entre las piezas seleccionadas en el catálogo Colección China del Museo Pedro Del Río Zañartu; Una mirada a Asia desde la región del Biobío destacan una pagoda de hueso, un portapinceles tallado en marfil, pocillos lacados de negro y rojo, una lámpara palaciega, una pipa de opio, porcelanas, un par de zapatos de loto y un par de espadas de doble filo. Todas las piezas fueron adquiridas en 1881 por el fundador del museo, excepto algunas interesantes donaciones también incluidas como “pinturas de exportación” de pequeño formato, una copia de un cuadro de Qi Baishi (1864-1957) y un tigre de tela donado por Pablo Neruda (1904-1973) (link: https://issuu.com/faceaucsc/docs/papel_digital_cat__logo_piezas_chin/1?ff=true)

                Pero el testimonio de Pedro Del Río no se limita a su legado material, sino al testimonio de sus publicaciones; cartas de viaje que eran enviadas por él a La Revista Del Sur, periódico de la ciudad de Concepción, que las difundía creando una audiencia lectora que desde 1880 siguió sus aventuras. De regreso en 1883, publica Viaje en Torno al Mundo por un chileno[i], un libro de dos tomos, que es pionero en Chile al complementar relatos de viaje con historia, estadísticas, religión y filosofías de otras culturas.

                En las treinta y tres páginas que describen su paso por China, entrelaza el contexto cultural que considera indispensable; apuntes sobre 5000 años de dinastías, la Muralla China, el Gran Canal, la extensión y geografía del territorio, ríos, fauna y vegetación, con especial dedicación a las costumbres de su gente, para lo cual a Pedro Del río le parece ineludible presentar a Confucio y Laozi, como los fundadores de las principales corrientes de pensamiento chino.

                La grandeza y profundidad de la filosofía China, es acompañada por la clara impresión del chileno de que era testigo de un imperio en decadencia. Dice; Los chinos , aun después de estos grandes filósofos i de ser inventores de la pólvora, imprenta i agujas magnéticas, han quedado estacionarios. En su opinión, las leyes chinas, las masacres durante la reciente rebelión Taiping y Guerras del Opio, retrataban un gobierno despótico, medieval que no mostraba interés en la modernización, viéndose disminuido frente a las potencias extranjeras cuyos barrios instalados en sus puertos principales, fueron visitados por el chileno como el barrio americano, inglés y francés de Shangai.

                Pedro Del Río se embarcó en Valparaíso en julio de 1880 y llegó a Asia del Este en enero del año siguiente, luego de seguir por seis meses una ruta no planificada.  Fue al emprender su trayecto hacia el norte por las costas chilenas en dirección a Estados Unidos, con la intensión de cruzar el pacífico hacia el poniente, cuando se encuentra en Perú con la Guerra del Pacífico (1879-1883), circunstancias que lo obligaron a reorganizar su viaje y trazar una nueva ruta de regreso al sur.

                Tuvo entonces que retornar al sur y cruzar el estrecho de Magallanes hacia el Atlántico, bordeando el continente hasta llegar a Nueva York. Cruza Norteamérica en ferrocarril en dirección oeste hacia el puerto de San Francisco, donde finalmente logra embarcarse en el lujoso buque transatlántico que lo llevaría primero a Japón y a continuación, el 4 de febrero de 1881, a China.

                Al llegar el 4 de febrero a Shangai, un ambiente festivo que describe; Como aun se celebra el año nuevo, que para ellos principia el 15 de este mes (febrero), no falta la música, bulla, cohetes i fiestas por todas partes[ii]. En esta gran ciudad-puerto recorre los barrios europeos y el “barrio chino”. Este último, se encontraba aún amurallado y por largas horas se introducía por estrechas calles llenas de actividad, quedando impactado por los ruidos y olores que le parecieron terribles, pero que no lo detuvieron en su búsqueda de nuevas experiencias culturales, como una función de Opera que describe escuetamente en el libro, o encontrar entre las multitudes nuevas curiosidades como las llamaba él, objetos chinos que adquiría para su colección que sería exhibida en su casa de Hualpén, Chile.

                En Hong Kong, visitó una exhibición de especies animales, armas, embarcaciones, trajes i objetos de Corea, Formosa, Filipinas, etc., que junto a otros museos en su recorrido por el mundo, lo inspiraban a seguir imaginando un museo donde sus compatriotas pudieran conocer las culturas del mundo.

                El chileno también apreciaba el arte chino presente en los templos y espacios sagrados, pero en estos lugares se interesaba más por observar las costumbres religiosas que muchas veces le parecían más cercanas a la superstición y la idolatría. Como en el siguiente relato situado en Cantón: Es curioso ver llegar las distintas categorías de devotos, sobre todo, las señoras que se bajan de sus lujosos palanquines ricamente vestidas, aderezadas i pintadas, apoyándose en dos sirvientes; pues apenas dan paso con sus pies de dos pulgadas. Los pies de las sirvientas sí que son naturales; llevan una blusa i anchos calzones; no se pintan i su cabeza va sin peinado y adorno.

                En Macao, y ya pronto a despedirse de China, concluye sobre la religión; “Su religión es, casi en totalidad, la budhista. Encuéntranse también mahometanos i confucistas; a estos últimos pertenecen los mandarines i autoridades: se puede decir la religión oficial. Sin embargo, no son fanáticos en sus creencias, pues dicen con frecuencia que “las religiones son mas o ménos lo mismo”.

                El 21 de febrero de 1881 zarpa con destino a Singapur, Malasia, Sri Lanka e India, continuando su viaje por Asia y el mundo, trayendo de regreso a Chile un testimonio patrimonial que hoy es la base para la exhibición permanente de un museo regional, que lleva mas de 80 años abierto al público.

           El devastador terremoto del 2010, causó daños importantes en el inmueble y colecciones, provocando la inhabilitación, entre otras, de las salas del Sudeste Asiático, China y Japón, cerradas al público desde el 2010 hasta el presente, esperando ser restauradas. Actualmente sólo un tercio de la colección asiática que antes se exhibía en ellas se ha trasladado a espacios alternativos de exhibición en el mismo museo, y aunque disminuida, esta colección sigue siendo en Chile una de las mas interesantes en cuanto a su valor patrimonial, por ser la visión de un chileno, un pionero de fines del siglo XIX, fundador de un museo que, en su rol de acercar las culturas del mundo a sus compatriotas, sigue vigente.

María José Inda

Docente Universidad de Concepción
Master en Estudios Japoneses, Universidad de Sofía, Tokio, Japón
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