Hero Image

Noticias

Primero como Tragedia, Luego como Farsa: El liderazgo político de Xi Jinping.

Después de 3 años en el poder, la emergencia de un aparente “Xiísmo” ha generado reacciones diversas. Dentro de China, el ala liberal ha perdido espacio público. La detención de editores periodísticos, la renuncia de periodistas y académicos han catalizado las preocupaciones sobre el compromiso del PCC con la construcción de un Estado de Derecho. Los conservadores, particularmente entre el Ejército Popular de Liberación (EPL), ven con buenos ojos la enérgica política exterior del Presidente Xi. A nivel interno….

Xi_Jinping

Suficiente preocupación ha surgido en torno al estilo de liderazgo político de Xi Jinping. En la víspera de su unción como Secretario General del Partido Comunista (PCC) y Presidente de la República Popular de China (RPC), los medios occidentales celebraban el viento reformista y espíritu democratizador que la dupla de Xi Jinping y Li Keqiang habrían de traer. Se señalaba que el haber sido hijo de una víctima de la Revolución Cultural habría formado en él una mayor consciencia aperturista. Los economistas vaticinaban los nuevos desafíos económicos de China y alentaban la idea de democratización política, retornando al Fukuyamaismo.

Ya en su primer discurso en noviembre de 2012, el Presidente Xi demostró su estilo de liderazgo. Por un lado, comenzó con una sonrisa y pidiendo disculpas por el atraso, rompiendo con las extrovertidas presentaciones de Jiang Zemin y aún más con el vetusto estilo formalista de Hu Jintao. Al mismo tiempo, habló en tono serio y firme sobre los nuevos desafíos que enfrenta el Partido: corrupción, soborno, desconexión con el pueblo, excesivo énfasis en formalismos y burocracia. Conceptos que resonaron fuertemente entre la sociedad china.

El liderazgo político de Mao Zedong.

La combinación de carisma y puño de acero conforman la cualidad fundamental del liderazgo político del Presidente Xi. Inevitablemente, dicha fórmula recuerda a las descripciones sobre Mao Zedong dibujadas por Edgar Snow y otros. Sin embargo, suponiendo que sea más que una coincidencia, los hechos y personajes históricos no reaparecen como repeticiones perennes. Siguiendo la fórmula de Marx, éstos aparecen una vez como tragedia y la segunda como farsa. O lo que es lo mismo, la versión posterior es siempre una reinterpretación formal de la anterior, no substancial.

El objetivo de la revolución en Mao era la construcción de una base política, económica, tecnológica, social y cultural para la construcción del socialismo en China. De acuerdo con el análisis de Orville Schell y John Delury en su libro “Wealth and Power (2013), Mao tenía una voluntad de destrucción creativa, desmantelando los elementos opresivos de pasado “feudal” para avanzar en los objetivos revolucionarios. Adicionalmente, su pensamiento estratégico, madurando en el transcurso de la guerrilla, le permitió desarrollar una excepcional tradición de flexibilidad táctica, cuya definición siempre debía supeditarse al análisis de las contradicciones principales y secundarias del momento histórico.

Diferenciándose de las “líneas de transmisión” que terminaron burocratizando la relación entre Partido y pueblo en la Unión Soviética de Stalin, Mao puso énfasis en elementos persuasivos de movilización popular. Siguiendo la síntesis de las tácticas políticas de Mao Zedong realizada por Kenneth Lieberthal en su clásico “Governing China” (2004), es posible identificar seis mecanismos subyacentes al liderazgo político. En primer lugar, Mao consideraba fundamental que las masas revolucionarias fueran conscientes del sustrato ideológico y del proyecto político defendido por el Partido Comunista (意识形态). Este principio justifica el aspecto voluntarista (唯意志论) de su pensamiento, es decir, la capacidad de convocatoria y movilización popular para la materialización de los objetivos políticos. El voluntarismo de Mao consideraba la aplicación de la línea de masas (群众路线) como una máxima fundamental de conexión permanente entre los cuadros del Partido y el pueblo. Asimismo, buscaba lograr radicales transformaciones productivas o sociales a través de constantes campañas (运动) de movilización popular. Se necesitaba cultivar una narrativa permanente de lucha (奋斗) e identificación de amigos y enemigos, a fin de mantener un constante estado de alerta y un bullente fervor combativo. Finalmente, el PCC se comprometía en defender la idea del igualitarismo (平均主义), ejemplificado moralmente con la persecución de un modo de vida frugal y sencillo, cercano a las masas populares.

La tercera forma de las tácticas políticas del Presidente Mao, correspondía al anti-intelectualismo (反智主义). El líder revolucionario chino no se oponía al conocimiento o la intelectualidad per se, muy por el contrario, siendo él mismo un educador, Mao valoraba la aproximación científica al conocimiento en su variedad más amplia. No obstante, su crítica apuntaba al fetichismo del academicismo, que justificaba la actitud arrogante de ciertos intelectuales devotos del estudio teórico, pero sin ninguna aplicación al trabajo práctico ni al desarrollo del pueblo.

En cuarto lugar, la visión política de Mao Zedong se fundamentaba en un análisis permanente de las fuerzas en contradicción (矛盾). Identificar las contradicciones fundamentales y secundarias justificaba el despliegue de una táctica determinada. Dicha forma de aplicación del método marxiano de análisis justificó cuestiones que para el ojo catecúmeno de la historia del socialismo resultan difíciles de comprender, como por ejemplo la proclamación de la política del Frente Único (统一战线), el quiebre con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) e incluso la normalización de relaciones con Estados Unidos.

La madre de todas las contradicciones en el seno del desarrollo histórico hasta el presente es el antagonismo entre clases sociales. A diferencia de otros pensadores marxianos de la época, Mao Zedong elabora una conceptualización de clase (阶级) que no tan solo considera la relación entre grupos sociales con los medios de producción, sino que igualmente valora los intereses de estos. En consecuencia, la lucha de clases (阶级斗争) maoísta toma un ribete más complejo, en cuanto permite una configuración más dinámica de alianzas de clases, por ejemplo, entre las masas revolucionarias y la burguesía nacional contra el enemigo común del imperialismo. Bajo esta premisa, la Revolución Cultural se planteó como la resolución última del conflicto entre los sectores reaccionarios y revolucionarios en el seno del pueblo.

Finalmente, está el importante aspecto de la auto-suficiencia (自力更生). Este principio supone apoyarse en las propias fuerzas y recursos, fundamento básico en la defensa de la autonomía y soberanía nacional.

El liderazgo político de Xi Jinping.

Después de 3 años en el poder, la emergencia de un aparente “Xiísmo” ha generado reacciones diversas. Dentro de China, el ala liberal ha perdido espacio público. La detención de editores periodísticos, la renuncia de periodistas y académicos han catalizado las preocupaciones sobre el compromiso del PCC con la construcción de un Estado de Derecho. Los conservadores, particularmente entre el Ejército Popular de Liberación (EPL), ven con buenos ojos la enérgica política exterior del Presidente Xi. A nivel interno, valoran la resurrección del carisma y el trabajo ideológico como refuerzo de la armonía social. Finalmente, para la nueva izquierda china, el “Xiísmo” ha resucitado la praxis socialista, permitiendo mayores espacios de tolerancia que sus antecesores. A pesar del golpe sufrido tras la caída de Bo Xilai, la nueva izquierda china ha logrado reorganizarse y expandirse a lo ancho de la China de Xi Jinping gracias al retorno de la ideología como concepto central del quehacer político.

Para los observadores extranjeros, la antinomia socialismo/capitalismo aún pesa demasiado. Hay una especie de consenso periodístico, liderado por The Economist y el New York Times, que han dibujado una imagen de Xi Jinping como la aliteración histórica del Presidente Mao. Claramente hay material suficiente para nutrir dichas sospechas.

En primer lugar, el Presidente Xi ha vuelto a poner la formación ideológica en el centro del trabajo político. En su visión, el desarrollo económico y la inserción internacional de China ha venido acompañado de la decadencia moral de Occidente. Dicha corrupción solo puede ser revertida a través del trabajo ideológico en el seno del pueblo, fortaleciendo la educación moral socialista en las escuelas, controlando los contenidos en los medios de comunicación tradicionales y digitales, etc.

Directamente ligado con lo anterior, Xi Jinping ha reactivado el voluntarismo entre las masas populares. Tempranamente restituyó la línea de masas y convocó a los cuadros del Partido a trabajar “desde las masas y para las masas” (《从群众中来,到群众中去》). Se han lanzado sendas campañas propagandísticas, tales como la de evitar el uso de autores extranjeros en las aulas universitarias, mejorar el comportamiento de los turistas chinos, y la más reciente llamada “Amor Peligroso” (危险的爱情), que alerta a las mujeres chinas sobre la posibilidad de que sus novios extranjeros sean espías. Parte de estas campañas han estado basadas en la construcción de una percepción de conflictividad con Japón y/o los Estados Unidos. O bien, han intentado generar iniciativas “desde abajo” para contrarrestar los efectos del crecimiento económico desigual.

En tercer lugar, Xi Jinping ha organizado sesiones de crítica a los intelectuales y artistas que no respetan los principios del Partido. La persecución de periodistas, blogueros, académicos, editores, y otras personalidades del debate público han logrado un alto perfil. Tanto que en una carta abierta escrita por “un grupo de militantes leales al Partido” se acusaba a Xi Jinping de personalizar el poder y emplear tácticas de persecución propias de la Revolución Cultural y, por tanto, debía renunciar.

En la base de su pensamiento, es posible reconocer la idea de “contradicción”. En esta oportunidad se caracteriza por el antagonismo entre los valores occidentales y la moral socialista china. Es decir, Xi Jinping, quien es Doctor (LLM) en teoría marxista y educación política por la Universidad de Tsinghua, visualiza una batalla por la hegemonía cultural dentro de su propio país. En términos tácticos, ha preferido el fraccionamiento del poder burocrático a través de la conformación de pequeños grupos de liderazgo, los cuales puedan no tan solo desarrollar un rol de guía ideológica, pero también de observación de responsabilidades políticas en un país con altos niveles de corrupción política y moral.

Xi Jinping no ha hecho declaraciones explícitas sobre contradicciones de clase, no obstante, ha demostrado mucha preocupación sobre la desigualdad en el país. Su política pública de desarrollo social ha enfatizado mucho en aumentar el nivel de vida de la China interior, mejorar las condiciones de trabajo de los trabajadores migrantes, fortalecer la posición de la mujer, y promover el bienestar de los campesinos. Dichas políticas representan más bien una continuidad con sus predecesores, particularmente con Hu Jintao, quien planteó la “Visión Científica sobre el Desarrollo” (科学发展观) para remozar el criterio de crecimiento económico con consideraciones sociales y medioambientales.

Finalmente, la idea de auto-suficiencia ha vuelto a hacer resonancia. Particualrmente a partir de la restructuración económica de dependencia productiva en manufacturas y exportaciones hacia una basada en servicios, gran parte de las políticas públicas han sido planteadas en función de la expansión del consumo interno, y más bien desapegadas del soporte de instituciones financieras internacionales. Es más, la RPC ha limitado cada vez más la competitividad de empresas extranjeras, y ha fortalecido las nacionales. Estas últimas progresivamente ganan mayor espacio en los mercados globales y con ello ayudan a fortalecer la imagen del país.

Xi Jinping es Mao descafeinado.

Terminar un análisis de este tipo señalando que pareciera haber una clara reutilización de ciertas tácticas políticas constitutivas del liderazgo político de Mao Zedong sería anodino. Siguiendo la visión del filósofo esloveno Slavoj Žižek, quien señala que la condición actual de la jouissance supone disfrutar del elemento de placer sin su substancia dañina, por ejemplo, el café sin cafeína. Lo mismo puede ser aplicado a la política, como el pensador argumenta en torno al contemporáneo concepto de “tolerancia”, el cual no es entendido como la aceptación del Otro, sino más bien como el establecimiento de barreras consuetudinarias que permiten interacciones tolerables.

En este sentido, si Xi Jinping corresponde a una actualización de Mao Zedong, esta es puramente formal y absolutamente vacua en los substancial. La visión de Mao era la construcción efectiva de una sociedad utópica construida en base a la virtud moral de los revolucionarios, quienes ejercerían un nuevo tipo de poder donde el Estado ya no sea necesario. En torno a esta substancia proliferó la estrategia de construcción socialista y la tesis de la revolución permanente (不断革命论), las cuales justificaron la implementación táctica de políticas como el Gran Salto Adelante (大跃进) y la Revolución Cultural (无产阶级文化大革命).

Por otro lado, la preocupación central de Xi Jinping es más bien moderada. A nivel doméstico es lograr estabilidad social reduciendo la desigualdad. A nivel internacional es consolidar la posición de China como potencia económica y política, especialmente en la región asiática. En otras palabras, el Presidente Xi no planea la destrucción creativa que permita la emergencia de una nueva sociedad, sino muy por el contrario, busca encontrar el espacio de China y su sociedad en la actual condición de disputa hegemónica. Es por esto que podemos señalar que Xi Jinping no es un neo-maoísta, y dista mucho de serlo. Es un político progresista empleando instrumentos de la tradición política nacional para enfrentar los desafíos identificados por su propio Partido, y que hasta el momento parecen hacer resonancia con los intereses sociales.

Pablo I. Ampuero Ruiz

Investigador del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales (CERI), Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo.
Máster en Relaciones Internacionales, Universidad de Beijing.
p.ampuero@udd.cl