Los cuatro años que vienen verán cambios en Taiwán, tanto en el ámbito interno como en el externo, pero estos no serán dramáticos: No habrá una retroexcavadora. Si bien muchos artículos han tildado a Tsai como “independentista” que llega al poder para enfrentar a China, la realidad es que Tsai ha adoptado una postura muy moderada –y en absoluto confrontacional- con respecto a la relación entre Taiwán y China.
El Partido Demócrata Progresista (DPP) se alzó con una masiva victoria en las elecciones presidenciales-parlamentarias en Taiwán el pasado 16 de enero. Tsai Ing-Wen corrió la carrera presidencial prácticamente sola, con el partido oficialista, el Kuomintang (KMT), haciéndose zancadillas a si mismo, bajando a su candidata Hung y alzando a un candidato que había expresado públicamente y en reiteradas ocasiones que no tenía intención de participar de dicha carrera (¿suena parecido a lo ocurrido en las últimas elecciones presidenciales en Chile?). El KMT escribió la crónica de su muerte anunciada, lo puso demasiado fácil, y permitió a Tsai focalizar su campaña en el programa de gobierno y no en el acarreo de votantes o en la trifulca tradicional con la oposición. Fue una carrera limpia con un final pulcro y muy predecible: Victoria aplastante de Tsai en las presidenciales y del DPP en el congreso unicameral que ahora dominará con mayoría absoluta.
El DPP gobernó Taiwán entre los años 2000 y 2008, bajo el mando de Chen Shui-Bian. El ex presidente Chen está actualmente en la cárcel acusado de millonarias corruptelas conducidas durante sus campañas presidenciales; la imagen que dejó no fue la mejor. Durante este gobierno, Chen y el DPP acusaron regularmente un obstruccionismo brutal por parte del KMT en el congreso, donde el partido verde nunca logró una mayoría y se vio sometido a un gobierno dividido entre sus distintas ramas. La incapacidad del gobierno de Chen para ejecutar sus programas de gobierno de manera integral y la corrupción rampante que existió a nivel presidencial, dejaron muy mermado al DPP al finalizar su mandato el año 2008. Sin embargo, encontraron en la figura de Tsai (una académica de carácter fuerte, y bastante moderada en sus posturas políticas, que además no es una política típica ya que nunca ha servido en un cargo de elección popular) la opción para limpiar el partido y cambiarle la “cara”. Cuatro años no fueron suficientes para dar vuelta el panorama, y Tsai perdió las presidenciales del año 2012. Sin embargo, cuatro años más tarde, y con un KMT sumido en una crisis profunda, el DPP llega al gobierno renovado.
Los cuatro años que vienen verán cambios en Taiwán, tanto en el ámbito interno como en el externo, pero estos no serán dramáticos: No habrá una retroexcavadora. Si bien muchos artículos han tildado a Tsai como “independentista” que llega al poder para enfrentar a China, la realidad es que Tsai ha adoptado una postura muy moderada –y en absoluto confrontacional- con respecto a la relación entre Taiwán y China. Si bien no reconocerá el Consenso de 1992 -bajo el cual han progresado las relaciones a través del Estrecho-, Tsai ha mostrado su interés en la estabilidad China/Taiwán y la mantención del actual status quo. Pese a que su programa de gobierno está focalizado en las reformas domésticas, Taiwán es un país con vocación exportadora, y el 40% de sus exportaciones se dirigen al mercado chino. Por lo tanto afectar negativamente las relaciones con China tendría un efecto adverso inmediato en la economía taiwanesa, y por lo tanto en la recaudación fiscal y en su capacidad de ejecutar su programa. Está por verse de qué manera se conformará el gabinete, pero Tsai ha optado por rodearse de figuras moderadas, no radicales como la ex vice-presidenta Annette Lu. Es muy probable que las relaciones China-Taiwán no avancen de la manera en la que lo han hecho los últimos 8 años, pero tampoco se espera un retroceso en las mismas.
Con miras al Pacífico, el gran objetivo de Tsai es el ingreso al TPP. Durante los próximos dos años la tarea será difícil, ya que debe conseguir la aprobación individual de cada uno de los miembros del pacto, los cuales a su vez van a estar focalizados en aprobar el TPP en sus respectivos congresos. Pero existe en Taiwán un consenso doméstico fuerte con respecto a la necesidad de integrar las redes de liberalización comercial del Asia Pacífico. El propio DPP ya vivió una experiencia de liberalización intensa con el ingreso de Taiwán a la OMC en el año 2002 en condición de país desarrollado, y los compromisos que tuvo que adquirir para lograrlo no fueron menores. Pero la experiencia fue manejada de manera exitosa por el DPP, y sus propios líderes cuentan con mayor experiencia sobre cómo afrontar un proceso liberalizador multilateral.
No hay que perder de vista que es la agenda doméstica la que le ha otorgado al DPP la presidencia y una mayoría absoluta en el congreso. Esta vez el DPP no tendrá la oposición legislativa que tuvo entre los años 2000 y 2008 y en teoría debería poder llevar a cabo su plan de gobierno doméstico de manera expedita. Este programa ha estado focalizado en el empleo joven, la regionalización de Taiwán, la eficiencia gubernamental y el aumento en los canales de participación política para la sociedad taiwanesa. La idea es entroncar una reorientación de la economía del país con la capacidad emprendedora de la juventud, quitando el foco de las industrias intensivas en capital para darlo a industrias intensivas en conocimiento, facilitando el emprendimiento joven y generando un entorno donde se puedan aprovechar mejor las oportunidades que presenta un capital humano altamente preparado.
Ninguno de los proyectos presentados supone un cambio radical en la orientación del país, sino más bien son cambios graduales apuntados a modernizar la estructura productiva de Taiwán (disminuyendo el foco en industrias en las que ya no es competitiva, y generando opciones en las industrias del conocimiento), al igual que a solucionar problemas sociales puntuales que afectan sobre todo a la juventud del país. No habrá cambios radicales tampoco en la asignación presupuestaria del gabinete, ni existirá endeudamiento externo o reformas tributarias para poder llevar adelante el programa: Lo único que necesita es eficiencia administrativa y apoyo parlamentario para adaptar las regulaciones que necesiten ser alteradas. Tsai y el DPP no tienen excusas para no hacer un buen gobierno y cumplir con aquellos ideales que han prometido durante su campaña: Han tenido tiempo para desarrollar políticas públicas sin grandes presiones, recursos para hacer una buena campaña basada en ideas y políticas, y además carecen de oposición en las dos ramas de gobierno encargadas de administrar el país. Los votantes de Taiwán han dado al DPP una oportunidad única que ojalá puedan aprovechar.
Investigador del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales (CERI)
Facultad de Gobierno
Universidad del Desarrollo
Magíster en Estudios de Asia Oriental,
Universidad de Salamanca, España.
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