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El Fin de La Revolución Bolivariana

La descomposición institucional y la toma de todo el poder del Estado por parte del chavismo fueron paulatinos. Descubrieron una forma sutil de “crackear” la democracia, instalando un gobierno dictatorial y opresor, sin que se produjeran reacciones oportunas por parte de organizaciones tanto nacionales como internacionales. Este proceso se consolidó en 2005, luego que la oposición se abstuviera de participar en las elecciones legislativas, dejando al chavismo con el control total del poder legislativo.

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Hugo Chávez empezó a construir su protagonismo en la vida política venezolana a partir del 4 de febrero de 1992, siendo uno de los líderes de un fallido intento de golpe de Estado en Venezuela. Se estima que la rebelión dejó más de 50 muertos, entre quienes se cuentan trabajadores desarmados del canal estatal VTV, mientras Chávez se instalaba para transmitir al país la rebelión militar y hacer un llamado a los demás uniformados para romper con el orden constitucional.

El golpe no prosperó y los militares responsables fueron encarcelados. Chávez fue condenado a dos años de prisión. Sin embargo, en 1993 fue sobreseído por el recientemente electo presidente Rafael Caldera, como parte de una estrategia política para atraer el apoyo de la izquierda más extrema y de los sectores populares.

En 1998 Chávez ganó la elección presidencial y asumió como presidente jurando sobre una “moribunda” Constitución. Este fue el resultado de un conjunto de malas reacciones de la clase política de entonces ante la persistente disminución del precio del petróleo, donde el populismo se impuso por sobre el pragmatismo.

Este fue el inicio de un régimen que empezó por hacerse una Constitución a la medida, aprovechando la inexistencia de una oposición política de peso. Se han escrito varios ensayos, e incluso libros sobre el régimen político de la Venezuela de Chávez y Maduro, destacando los aspectos que lo hacen un caso especial. Sin embargo, más allá de que cada país sea distinto del resto, el llamado Socialismo del siglo XXI no es más que un populismo autoritario, es decir, una versión latinoamericana moderna del fascismo. Llegando en la actualidad a ser una verdadera caricatura de sí misma.

La descomposición institucional y la toma de todo el poder del Estado por parte del chavismo fueron paulatinos. Descubrieron una forma sutil de “crackear” la democracia, instalando un gobierno dictatorial y opresor, sin que se produjeran reacciones oportunas por parte de organizaciones tanto nacionales como internacionales. Este proceso se consolidó en 2005, luego que la oposición se abstuviera de participar en las elecciones legislativas, dejando al chavismo con el control total del poder legislativo. Desde entonces, cualquier aberración podía cumplir con las formas democráticas, incluidas reiteradas violaciones a los Derechos Humanos o a la misma Constitución que el chavismo había redactado. Por ejemplo, la llegada de Maduro a la presidencia de la república fue absolutamente inconstitucional.

Por motivos de salud, Chávez nunca pudo jurar como presidente ante el Tribunal Supremo de Justicia luego de las elecciones de 2012.

El artículo 233, inciso segundo, de la Constitución establece:

“Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro  de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la  nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el  Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional”.

Sin embargo, luego del fallecimiento de Chávez, fue el vicepresidente, Nicolás Maduro, quien asumió la Presidencia de la República y no Diosdado Cabello, quien era presidente de la Asamblea Nacional en ese momento.

El  artículo 229 de la Constitución venezolana prohíbe que el Vicepresidente Ejecutivo (para distinguirlo de los vicepresidentes de la Asamblea Nacional) sea elegido presidente de la Nación. Sin embargo, el Tribunal Supremo otorgó a Nicolás Maduro la calidad de Presidente Encargado, cargo que no existe en la Constitución y que, al no  tener la calidad de vicepresidente, lo habilitaría para ser candidato en la elección que se debe llevar a efecto dentro de 30 días desde el fallecimiento de Hugo Chávez.

El rol de José Miguel Insulza como Secretario General de la OEA fue patético, por decir lo menos. Siempre se excusó alegando que para poder opinar requería el mandato de algún gobierno miembro de la OEA. Así que mantuvo silencio sobre las escandalosas violaciones a los Derechos Humanos y a la democracia en Venezuela. Contrasta con la proactiva actitud que ha tenido el nuevo Secretario General de la OEA hacia Venezuela, exigiendo compromiso con la democracia.

En la Venezuela actual la prensa independiente es perseguida, los opositores son torturados y encarcelados, el Estado usa todo su poder y recursos para hacerse propaganda y amedrentar a la gente común y corriente, que en su mayoría depende del Estado para subsistir. El socialismo del siglo XXI venezolano acabó con prácticamente toda la actividad privada. Human Right Watch (expulsados del país, obviamente) emitió un informe documentando casos de violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela.

En Venezuela hay elecciones, pero también las había en el Irak de Sadam Hussein y el mismo Hitler llegó al poder por medio del voto. El intervencionismo electoral es flagrante. El uso de recursos públicos para la propaganda política no tiene límites y las descalificaciones de los opositores por parte del gobierno es constante y brutal. El caso de la jueza Afiuni o el encarcelamiento de Leopoldo López son sólo algunos ejemplos dramáticos de un sistema de amedrentamiento más generalizado.

A pesar del desastre que ha significado para Venezuela la autodenominada Revolución Bolivariana, hay quienes intentan defender la gestión de Chávez, destacando su preocupación por los sectores más postergados de la población (que justificarían todos los demás horrores). Sin embargo, esta defensa es débil y falaz.

Entre los aspectos que se suelen destacar están: las ayudas sociales entregadas a través de las Misiones, la construcción de viviendas sociales y que el sueldo mínimo sería el más alto de América Latina.

Se cometen, al menos, dos errores al evaluar las entregas de ayudas sociales o de viviendas. Por un lado, se muestran los programas de Chávez como si los anteriores gobiernos socialistas y socialdemócratas de AD y COPEI, desde la vuelta a la democracia en 1958, no hubiesen tenido programas sociales, lo que es absolutamente falso. De hecho, por algo se recuerda al primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) como la época de “vacas gordas” de Venezuela.

En un estudio elaborado por Alayón y de Viana (2012) para la Asociación Venezolana de Ejecutivos y el prestigioso Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), los autores usan datos oficiales para mostrar que el gobierno de Chávez fue el que menos viviendas ha construido al año, por habitante, desde 1964, y que durante los primeros 5 años de chavismo, fue el período en que menos viviendas se construyeron en Venezuela desde que se tenga registro. Otra gran diferencia es que en los gobiernos democráticos anteriores al chavismo, las viviendas se entregaban con derecho de propiedad. Respetando la libertad y dignidad del beneficiario. El chavismo, en cambio, sólo entrega el derecho al uso de la vivienda, para aumentar la dependencia. Siempre existe el riesgo de perder el beneficio si te portas mal, a los ojos del tirano.

Durante los gobiernos de AD y COPEI se hicieron enormes esfuerzos por entregar ayuda y progreso a la población, en el contexto de un país socialista, petrolero y con cierta libertad económica. Sin duda eran populistas, pero comprometidos con la democracia. Tanto así que Venezuela fue un actor activo y relevante en la transición que tuvo Chile hacia la democracia. Lamentablemente, Venezuela no podrá decir lo mismo de Chile cuando recupere la suya.

El otro error es no tener en cuenta la relevancia que tiene el precio del petróleo en la economía de Venezuela. Es casi la única fuente de divisas y financia la mayor parte del gasto público.

Antes de Chávez el precio del petróleo venezolano llego a estar tan bajo como los US$ 8 por barril. De hecho, los problemas de gobernabilidad de Carlos Andrés Pérez fueron resultado de la mala reacción de la clase política a la contracción económica. Espacio que se tomó el populismo. A los pocos años de la llegada de Chávez, el petróleo subió por sobre los US$ 100 el barril: maná del cielo.

Por mucho que robaran, destruyeran actividades productivas privadas, o despilfarraran recursos fiscales, había un bombeo constante de miles de millones de dólares que daban espacio para que el Estado chavista, uno de los más corruptos e ineficientes del mundo, pudiese mostrar algunos resultados positivos.

Afortunadamente, esto se terminó el año pasado con la caída del precio del petróleo. La crisis económica y la escasez de productos básicos y de divisas ya no se pueden ocultar. El sueldo mínimo en Venezuela equivale a unos CLP$ 10.000 al mes al tipo de cambio relevante. El más bajo de América Latina, y no el más alto como insisten los chavistas.

En Venezuela existe un estricto control de cambio, que pena con hasta 20 años de cárcel la libre compra y venta de divisas extranjeras. Uno de los tipos de cambio oficiales (tienen varios) es de 6.3 bolívares por dólar. Sin embargo, en la práctica, el cambio está por sobre los 900 bolívares por dólar. Los precios de bienes no transables tienen perfecto sentido usando el cambio paralelo.

Recientemente, se ha abierto una luz de esperanza. La oposición amplia y diversa, conformada, en su mayoría, por partidos de izquierda (calificados de ultra derecha fascista por el régimen, obviamente), que incluyen a sectores que apoyaron a Chávez pero que reconocen que la situación actual es inconducente, ganaron ampliamente las elecciones legislativas. Por primera vez en 17 años la Asamblea Nacional es mayoritariamente opositora. Su presidente, Henry Ramos, ha tenido un tono firme, institucional y moderado, frente al Poder Ejecutivo.

El reconocimiento del triunfo opositor no ha estado ausente de polémicas. Al parecer los militares venezolanos jugaron un rol importante para que el chavismo, que no está dispuesto a perder el poder, reconociera los resultados electorales. De hecho, en forma irregular, el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por Maduro, impugnó a 4 parlamentarios electos y proclamados por el Consejo Nacional Electoral.

El futuro de Venezuela es incierto, pero el rechazo masivo del pueblo de Venezuela al Socialismo del Siglo XXI, fue contundente. Los venezolanos se cansaron de mendigar por la comida, de hacer colas de una semana para poder comprar un electrodoméstico, o de ver cómo la delincuencia ha obliga a las personas honestas a vivir encerradas en sus casas.

El socialismo latinoamericano fracasó, como lo han hecho todos los socialismos en el mundo. Es indispensable que los gobiernos de países democráticos sean más activos en promover el respeto a los derechos humanos y a la democracia, y que también condenen en forma oportuna los abusos y los excesos como ha sido en caso de Venezuela.

Venezuela está en ruinas y no existen vías rápidas para su recuperación. Es una realidad difícil de aceptar para buena parte de los venezolanos, que les han hecho creer que viven en un país rico. El discurso de la “guerra económica” afortunadamente ya se agotó. No es culpa de EEUU o de los fantasmas capitalistas que Venezuela sea un país pobre, dividido y sin instituciones. Es el legado del Socialismo del siglo XXI.

Al parecer, no hay nada positivo que pueda decirse del chavismo. Sin embargo, sí puede haber una gran lección que rescatar de todo este desastre. Y es “nunca más” o “prohibido olvidar,” como cantaba Rubén Blades. Cuando se pensó que después de la caída del Muro de Berlín la amenaza de los socialismos totalitarios había quedado atrás, Venezuela nos recuerdo que no fue así. Al parecer siempre van a existir personas sin escrúpulos y sin moral que van a querer hacerse del poder y están dispuestas a decir o hacer lo que sea necesario para lograr sus objetivos. Venezuela nos recuerda lo importante que es cuidar la democracia y el progreso, y que, como sociedad, debemos estar siempre alertas a la llegada de los populistas.

Rodrigo Troncoso

Profesor asociado de la Facultad de Gobierno
Universidad del Desarrollo
Ph.D. en Economía, Pontificia Universidad Católica de Chile
rtroncoso@udd.cl