Es indiscutible que la ola de violencia asociada al conflicto israelí-palestino es un continuo que lleva años y décadas, y que, en lo que tiene que ver con masivos levantamientos del pueblo palestino, tiene dos grandes hitos, la primera Intifada que comienza en diciembre de 1987, y la segunda, que se inicia en septiembre de 2000. Muchas de estas protestas tienen su causa u origen en la denominada “Ciudad Vieja” de Jerusalén…
A partir del 1 de octubre de 2015, una serie de actos de violencia registrados en Israel y los territorios palestinos controlados por Israel hacen presagiar que estamos a las puertas de un nuevo levantamiento, el que podría corresponder al inicio o antecedentes de una tercera Intifada. Aunque esta protesta alcanza a la población palestina de la Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental, esta última ciudad, por todo el simbolismo que representa y la fuerte proximidad física de los respectivos barrios judío y musulmán, adquiere un foco central de discordia. La respuesta del gobierno israelí ha sido la de endurecer los controles, la vigilancia y la construcción de nuevos muros, desconociendo que las causas de la violencia son más profundas pues están enraizadas en la falta de un acuerdo de paz, así como en la segregación política, social, económica y cultural que alcanza a gran parte de la población palestina.
Es indiscutible que la ola de violencia asociada al conflicto israelí-palestino es un continuo que lleva años y décadas, y que, en lo que tiene que ver con masivos levantamientos del pueblo palestino, tiene dos grandes hitos, la primera Intifada que comienza en diciembre de 1987, y la segunda, que se inicia en septiembre de 2000. Muchas de estas protestas tienen su causa u origen en la denominada “Ciudad Vieja” de Jerusalén, cuya soberanía política la mantiene Israel desde la Guerra de los Seis Días, aunque la custodia religiosa sigue estando en manos de Jordania. El Muro de los Lamentos, que es el lugar más sagrado para el judaísmo, es también un muro que divide el barrio judío del barrio musulmán, donde se encuentra la Explanada de las Mezquitas con la Mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca, lugar considerado sagrado para el Islam.
Muchos de los conflictos entre judíos y palestinos se han dado históricamente en torno a Jerusalén, en especial en torno a la Ciudad Vieja y más específicamente en la Explanada de las Mezquitas, conocida por Monte del Templo por sectores judíos. Recordemos que la segunda Intifada, también conocida como Al-Aqsa, se inicia precisamente después que Ariel Sharon, entonces líder de la oposición israelí, visitara la Explanada, lo que fue considerado por muchos palestinos como una provocación. Y esta nueva ola de violencia encuentra también en torno a Jerusalén un punto de partida considerable.
Las autoridades jordanas y palestinas han acusado a Israel de querer cambiar el status de la ciudad santa y de provocar una “judeización” de la misma. Más concretamente, en septiembre de 2015, el rey Abdalá II de Jordania denunció que Israel estaba llevando a cabo prácticas provocadoras en Jerusalén Oriental que podían llevar a una guerra religiosa en todo el Medio Oriente. Esta denuncia se realizó en el marco de fuertes enfrentamientos entre policías israelíes y manifestantes palestinos en la Explanada, los que se iniciaron en julio de 2015 y se han profundizado a partir de octubre del mismo año. En respuesta, las autoridades israelíes han sostenido que mantendrán el “status quo” en Jerusalén y los lugares sagrados.
A pesar de la centralidad que adquiere Jerusalén en esta ola de violencia, ella se expande a otros sitios. Resulta emblemático el ataque realizado por algunos palestinos en contra de la tumba del patriarca José en Gaza, en el llamado “día de la ira”, el 15 de octubre de 2015, con lo cual se reafirma una dimensión religiosa del conflicto. Otros ataques se han llevado a cabo en Tel Aviv, Beer Sheva y otras ciudades israelíes. Ya no se trata del lanzamiento de cohetes Qassam por parte del grupo islamista Hamas desde Gaza hacia territorio israelí, lo que ha sido respondido militarmente por Israel en varias operaciones, siendo la última la intervención en Gaza en julio y agosto de 2014. Más bien, es una violencia espontánea con cuchillos, con estrellamiento de autos en contra de personas estacionadas en paradas de buses, y contra el tranvía que cruza Jerusalén, tanto en su parte oriental como occidental. El moderno tranvía, inaugurado en agosto de 2011, aparece como un foco principal de ataque al ser considerado un símbolo de la ocupación.
La reacción del gobierno israelí ha sido la de cerrar los barrios palestinos de la ciudad de Jerusalén, construir un muro de separación entre los barrios judío y musulmán de la Ciudad Vieja, estudiar nuevas leyes y propuestas de exclusión, como quitarle la nacionalidad a los árabes israelíes que promuevan el odio y/o la violencia. Sin embargo, estos aspectos no lograrán acabar con la actual ola de violencia palestina, la que en gran medida se sustenta en la situación de marginalización (política, social, económica, cultural) en la que se encuentran los pueblos y ciudades palestinas. Los muros y confinamientos no acabarán con la violencia, tal como lo demuestra el Muro de Cisjordania, sino que por el contrario profundizarán la segregación, el sentimiento de amenaza, la consideración del otro como enemigo, llevando a nuevos espirales de violencia, odio e intransigencia.
He aquí el gran dilema futuro: la mantención de líderes y coaliciones que favorezcan los nacionalismos, la construcción de asentamientos, el no reconocimiento de Palestina, la destrucción de Israel, la continuación del bloqueo, la edificación de nuevos muros, marcarán un status quo de violencia, guerra, terrorismo, contra-terrorismo y apartheid, que muy probablemente consolidarán y profundizarán una tercera, una cuarta y una quinta intifada. Por el contrario, la elección de nuevos líderes, que tengan la fuerza y convicción para dialogar, con llamados claros al reconocimiento de Israel y de Palestina, al fin de los asentamientos y del bloqueo, al término del terrorismo, serán el único camino para avanzar en un nuevo proceso de paz. El camino hacia la paz y el diálogo no se logrará solo por presiones externas, sino más bien por compromisos rotundos de líderes dispuestos a dar pasos históricos para comprometerse con el diálogo y el entendimiento, tal como lo mostraron el presidente egipcio Sadat, el rey jordano Hussein I, el presidente palestino Arafat, los primeros ministros israelíes Begin y Rabin.
Docente de la Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo.
Doctor en Estudios Americanos en la Mención Relaciones Internacionales,
Universidad de Santiago de Chile.
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