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El acuerdo nuclear de Irán con las grandes potencias y el reordenamiento regional en el Medio Oriente

El convenio firmado tiene también consecuencias importantes en el reordenamiento político-estratégico del Medio Oriente y en las relaciones de Estados Unidos con las principales potencias regionales

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El 1 de abril de 2015, Irán firmó un principio de acuerdo nuclear con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, esto es Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, más Alemania. Estas negociaciones, conocidas como Irán-G5+1, que deberían llevar a un acuerdo definitivo antes del 30 de junio de este año, han sido enfáticamente rechazadas por dos aliados regionales de Estados Unidos, como son Israel y Arabia Saudita. El primero sostiene que Irán es la principal amenaza a su existencia y la posesión de armas nucleares podría convertir esta amenaza en una realidad. El segundo considera que Irán representa el mayor desafío para su rol en la región, dado el apoyo iraní a movimientos y grupos chiitas en Irak, Yemen, Bahrein y otras partes del mundo musulmán.

Entre otros puntos, el acuerdo establece lo siguiente: a) reducción de las máquinas que pueden enriquecer uranio o centrifugadoras de 19.000 a 6.000; b) compromiso por parte de Irán de no enriquecer uranio sobre el 3,5%, lo cual solo le permitiría contar con energía para fines pacíficos, durante 15 años, periodo en que dura el convenio; c) inspección y acceso a todas las instalaciones por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA); d) suspensión de las sanciones una vez que el OIEA verifique el respeto de Irán hacia los puntos claves del acuerdo. Aunque este es un paso importante en las relaciones de Teherán con Occidente y el acuerdo definitivo todavía no se ha firmado, hay aspectos que no quedan muy claros en el mismo. Por ejemplo, cómo se implementará la inspección y verificación del programa nuclear, cuándo se levantarán de manera definitiva las sanciones económicas a Irán.

Este convenio fue posible en gran medida debido a la nueva política de acercamiento a Occidente establecida por el presidente iraní, Hasan Ruhaní, desde su ascenso al poder en julio de 2013. Antes, el presidente Ahmadineyad, representando una línea opuesta a las reformas al interior del país, así como a mejores relaciones con Occidente, había decidido reanudar la conversión de uranio. Esta situación llevó a que Israel y la OIEA aseguraran que Teherán tendría la capacidad de fabricar un arma atómica en un lapso de uno a cinco años. En este contexto, la ONU, la Unión Europea y Estados Unidos impusieron en mayo de 2012 sanciones económicas a Irán. Sin embargo, el nuevo gobierno iraní dispuso dejar de enriquecer uranio por sobre el 5%, lo que permitió el inicio de negociaciones, que la Unión Europea levantara parcialmente las sanciones y se llegase a la firma de este principio de acuerdo.

Este suceso representa una victoria importante para el gobierno del presidente Obama. Al igual que otros presidentes demócratas, Obama logra un acuerdo histórico que puede contribuir a dibujar un nuevo Medio Oriente. En 1979, Jimmy Carter había alcanzado un hito importante con el acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto, que consagraba al primer país del mundo árabe en reconocer al Estado de Israel. En 1993,  Bill Clinton lograba que Israel y la OLP firmaran los Acuerdos de Oslo, con un histórico  reconocimiento mutuo de estos actores. En 2015, sin haber logrado mediar para un acuerdo entre israelíes y palestinos, y en medio de una mayor inestabilidad política generada por el Estado Islámico, Obama da un paso histórico en sus relaciones con Irán.

            El convenio firmado tiene también consecuencias importantes en el reordenamiento político-estratégico del Medio Oriente y en las relaciones de Estados Unidos con las principales potencias regionales. En primer  lugar, junto con fortalecer a los aliados de Irán, como Siria y el movimiento Hezbollah, abre las puertas para que Washington inicie negociaciones directas con el presidente sirio, Bashir el Asad. Desde el inicio de la guerra civil siria, en 2012, Estados Unidos se había opuesto a apoyar a Asad, en el entendido que Damasco recibía ayuda política y militar de Teherán, por lo cual prefería sustentar militar y logísticamente a la oposición moderada con el objetivo declarado de terminar con el actual régimen sirio. No obstante, el panorama sirio ha cambiado drásticamente, debido a que los sectores moderados de oposición al régimen han perdido importancia, mientras que el Estado Islámico se ha fortalecido, transformándose en una de las principales amenazas para Estados Unidos, Rusia y Europa. El avance de esta organización, que en Siria está encarnado en el Frente Al Nusra, junto al resultado alcanzado por el principio de acuerdo con Teherán, están a la base de un cambio en la política de Washington hacia Damasco. En marzo de 2015, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, señaló por primera vez que la Administración Obama estaba dispuesta a negociar con Asad.

En segundo lugar, el principio de acuerdo implica un alejamiento en las relaciones de Estados Unidos con dos aliados tradicionales del Medio Oriente, como son Israel y Arabia Saudita. Las diferencias entre Washington y Jerusalén/Tel Aviv adquirieron un punto culminante luego de la visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a Washington a principios de marzo de 2015, invitado por el Partido Republicano. Pese a la oposición del presidente Obama, Netanyahu realizó un discurso en el Congreso de Estados Unidos donde se opuso enfáticamente a cualquier acuerdo nuclear con Irán. El primer ministro acusó fuertemente a Obama y su política exterior frente a Teherán. El alejamiento con el primer ministro se profundizó después de las elecciones israelíes, en el marco de las cuales este señaló su oposición a la creación de un Estado palestino.

Por su parte, el acercamiento entre Estados Unidos e Irán implica también un distanciamiento con Arabia Saudita, puesto que estos dos Estados del Medio Oriente son enemigos históricos y religiosos, que representan las dos ramas del islam, la chiita y la sunnita, respectivamente. El enfrentamiento entre Teherán y Riad se ha acentuado debido a dos conflictos recientes: el apoyo logístico entregado por Irán al gobierno iraquí en su enfrentamiento con el Estado Islámico, así como el entregado a los rebeldes hutíes en la guerra civil de Yemen. En ambos conflictos Estados Unidos se encuentra en bandos diferentes: en lo que se refiere a Irak, combate al Estado Islámico al igual que Irán; en cuanto a Yemen, apoya logísticamente a Arabia Saudita enfrentándose con Irán.

Finalmente, y relacionado con América Latina, hay que señalar que este acuerdo no considera las peticiones realizadas expresamente por los gobiernos de Israel y Argentina, en el sentido que se tome en consideración la causa por el atentado contra la AMIA, ocurrido en 1994. En octubre de 2006 un dictamen judicial argentino sostenía que ese ataque había sido decidido y planeado por las más altas autoridades iraníes de la época, quienes encargaron su ejecución al movimiento Hezbollah. En el contexto de la investigación por la muerte del fiscal Nisman, ocurrida en enero de 2015, los gobiernos de Israel y Argentina, en forma separada, solicitaron a Estados Unidos incluir la causa AMIA en los acuerdos conducidos con Irán, lo que fue descartado por la potencia americana.

En suma, este es un acuerdo histórico, que permite un acercamiento entre Estados Unidos e Irán, luego de 35 años, abriendo las puertas para un mayor rol de esta potencia regional en el Medio Oriente. Al mismo tiempo, puede posibilitar una proximidad también histórica entre Israel y Arabia Saudita, que comparten posiciones comunes frente a Irán. Sin embargo, este convenio puede aportar a un distanciamiento mayor de Estados Unidos con sus dos aliados tradicionales, como son Israel y Arabia Saudita, al tiempo que no incorpora un principio básico solicitado por Israel, como es el reconocimiento explícito del mismo por parte de Irán. Tampoco toma en consideración el atentado contra la AMIA. En breve, un acuerdo histórico que deja algunos puntos irresolutos.

 

 Isaac Caro

Docente de la Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo.

Doctor en Estudios Americanos en la Mención Relaciones Internacionales.

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